Universitario ufroniano promedio

Por: Claudia Urra

Entrar a “estudiar” a una universidad para algunos es un sueño, para otros, una obligación. Pongo estudiar entre comillas porque creo que a veces, lo menos que uno hace en la universidad es precisamente estudiar. Si usted, lector/a, está a punto de entrar a la Ufro o ya está en ella, espero que se sienta identificado con alguna de mis opiniones o tenga alguna aproximación del mundo al que se va a sumergir.

Cuando uno es mechón, novato, “entero pollo” o como quiera decírsele a un estudiante de primero, entra con todas las esperanzas de cumplir las expectativas que los mismos profes de media y la familia te hace. La emoción de los primeros días, conocegente nueva, los carretes, la motivación de estudiar algo que te gusta y las grandes decisiones, como no saber si gastar la plata en fotocopias o en una Becker. Algunos se inclinan por la segunda opción, a veces parece mucho mejor compartir con los nuevos amigos una chela y unos cigarritos Pallman (de los más baratitos no más, el presupuesto de un estudiante no es mucho), que la aburrida idea de tener una cita con una fotocopia de algo nuevo que, primero, no entiendes y tampoco te interesa mucho en esta convulsión de ser novato.

Al paso del tiempo uno se comienza a acostumbrar; a que tu dieta este basada principalmente por sopaipillas de la “Tía Bacteria” y a cafés bien cargados para no caer dormido en clases. Te acostumbras a andar siempre con sueño y a gastar todo el dinero de la Baes los primeros días del mes, cuando parece una buena idea invitar a los amigos a bajonear.

Conoces cosas nuevas, como la famosa Z, lugar de distracción y recreación para mucho de los estudiantes de la Ufro, conoces los relajantes pastos de Humanidades, siempre hediondos a marihuana, conoces el olor a lacrimógena que los pacos tiran como locos siempre que hay barricadas en el frontis. Pero hay algo, mejor dicho alguien, que no conocerás hasta el día de la ceremonia de tu titulación (con suerte). Te preguntarás quien será, a otros quizás ya se les viene a la mente quien podría ser.

El “Tio Checho”, como algunos de los estudiantes han denominado al rector de nuestra universidad, (no sé si con cariño o con ánimos de burla) ha generado una serie de mitos y cábalas dentro de los estudiantes. Dicen que si los vez hay que pedir un deseo, lo más probable es que lo puedas encontrar en su hábitat natural, las cafeterías del Mall Portal Temuco, más aun si lo vez rondando alguno de los campus, pasarás todos tus ramos. Y así una serie de memes que circulan en las redes sociales como; “Comparte este Tio Checho de la suerte y aprobarás la tesis”.

La Ufro tiene tantas anécdotas y particularidades por contar como estudiantes, nuestro difunto cajero que explotaron y luego robaron en pleno horario de clases, los pastos de los “Volados”, el rector omnipresente que nunca verás y el perro vaca que siempre te va a pedir comida. Sin duda la universidad puede ser un lugar apacible si lo sabes llevar, ¿Mi consejo?, no odiar tanto a los profes, saludar siempre a los guardias, funcionarios  y los/as tíos/as del aseo que a pesar de no poseer estudios, también forman parte de esta comunidad de La Frontera.

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