La soledad universitaria

Por Paola Oses.

Desde que era chica siempre supe que tenía que ir a la universidad por tradición familiar, estudiar una carrera tradicional y sacar un título. Para muchos esta presión tan grande no la ejercen tan solo los padres que los obligan a ser mejores, sino que está siempre presente desde que estamos en la enseñanza básica, luego en la media, son los propios profesores que te exigen un buen puntaje en la PSU porque sin eso tu vida no servirá para nada, solo serás alguien más del montón.

Y de seguro cuando llegaste a la universidad te diste cuenta que no es como la muestran en American Pie, donde todo es diversión,  fiestas y fraternidad. Al contrario, muchas veces te sientes más solo que Alexander Supertramp en Alaska, tratando de encontrar un lugar donde encajar.

Y si a esto le sumamos que no vivo en mi casa, estoy lejos de mi familia y amigos con los que crecí, todo se vuelve más difícil, es ahí cuando uno comienza a sentir una terrible soledad y empiezas a valorar cosas tan simples como llegar a casa y que esté mamá  feliz esperándote para ver Los Simpson. O que cuando te enfermas sabes que estará alguien 24/7 para ti y que lo único que quiere es verte bien. Muchas veces  está el deseo de volver a casa donde era realmente feliz y no me daba cuenta, sin embargo, mientras más pasa el tiempo te das cuenta que rendirte no es una opción y que la decisión de irme de casa hace 2 años fue una completa estupidez e inmadurez por querer más libertad de la que ya tenía.

Pero a lo que voy es que este tipo de experiencias ingratas siempre estarán presentes en tu vida, puede ser en al ámbito, laboral, familiar, emocional. Yo tuve la mala suerte de que la vida universitaria no era como todos la narraban, como un montón de amigos y un montón de fiestas como Proyecto X. Realmente acá la gente es súper individualista, solo les preocupa salvarse ellos mismos y sobresalir ante el resto a excepción de unos pocos.

Tú, que estás leyendo esto y estás a punto de entrar a la universidad, pensando en dejar la comodidad y amor de hogar, piénsalo dos veces, no apures las cosas por creer que estarás mejor, no sientas que debes escapar porque tu mamá es como la de Malcom o tu papá es como Jorgen Von Strangle. Hay que aprender a valorar cosas que parecen insignificantes como un abrazo de buenos días o un beso de buenas noches, ya que cuando no están hacen mucha falta.

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