Un oficio perdido en el tiempo

Por Fernanda Gatica

“Mejor vayan a buscar a los encapuchados, esos weones que están quemando camiones. Hace falta el general, estas cosas no pasaban cuando estaba Pinochet” nos dijo uno de los clientes de Jorge, un lustrador de zapatos de la Feria Pinto, cuando nos acercamos a hablarle.

Entre los gritos de las caseras y los distintos olores de los productos que se venden en el lugar que se mezclaban con el olor del desagüe contiguo a la farmacia, donde se encontraba Jorge del Carmen Canio Medel, hombre de cabello negro ondulado levemente canoso, que irradiaba vitalidad a pesar de su avanzada edad y usaba un delantal de género  para realizar su oficio de lustrabotas. Mientras esperábamos que este terminara con el cliente para poder entablar una conversación, sin poder asegurar exactamente de dónde provenía, se escuchaba de fondo Los Charros de Lumaco casi como la banda sonora de alguna película.

Jorge cuenta que comenzó a trabajar en este oficio desde el año 1999, labor que aprendió mirando y a través de la experiencia. Mencionó que con el transcurso de los años ha aumentado el precio de su servicio debido al alza de los productos que utiliza, pero también con el tiempo ha incrementado su cantidad de clientes ya que el oficio no se practica como hace un tiempo atrás.

Nos llamó la atención su forma de hablar, ya que mezclaba el español con el mapuzugún, esto se debía a que él pertenecía a una comunidad mapuche en Hualpín, comuna de Teodoro Schmidt y como él nos dijo: “Hablo mapuche, me gusta hablar mapuche, porque soy mapuche”.

Jorge del Carmen es el presidente del Sindicato de Lustrabotas de Temuco, que como nos mencionó había comenzado con 10 personas y actualmente esa cifra no superaba las 3. Este hombre trabaja con devoción de lunes a sábado en la Feria a partir de las 8 de la mañana, llueva o truene, viajando desde Labranza a su lugar de trabajo. Pero no se ha dedicado solamente a este oficio durante su vida, antes rotaba sus horarios de trabajo de lunes a viernes en un aserradero en Las Quilas y los fines de semana hacía locución en una radio evangélica.

Mientras seguía nuestra conversación se acercó un hombre que provenía de un campo de Curacautín en busca unos zapatos limpios, Nos contaba que en Temuco solamente quedaban tres lustrabotas, dos en la Feria Pinto y uno en la plaza Aníbal Pinto, hecho que no difería demasiado con respecto  a su ciudad, ya que según nos cuenta, antes habían muchos lustradores y ahora ya no queda ninguno. Él al bajar del bus en el terminal prefería ir a los lustrabotas de la feria, porque no le gustaba llegar al centro a hacer sus trámites con los zapatos sucios. En esta ocasión la casera a la que frecuentaba no se encontraba y por esto llegó hasta donde nos encontrábamos.

Le preguntamos a Jorge si le gustaría transmitir su oficio a otras generaciones, a lo que respondió que sí, pero lamentablemente no tenía  a quién heredarle sus conocimientos. Actualmente el oficio de lustrador y los que lo ejercen ha disminuido considerablemente, el interés por esto se ha perdido, el consumismo desmesurado de calzados y zapatillas han reemplazado el uso de zapatos, provocando que oficios como este y la zapatería se pierdan en el tiempo lo que nos lleva a pensar que quizás en un par de años una labor como la de Jorge solo quede en la memoria colectiva de las personas.

 

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