Piscicultura en Lautaro: La misma receta por 100 años

Son más tres mil truchas arcoíris que en la inmensidad del Parque Isabel Riquelme son cultivadas bajo las mismas instalaciones desde su creación, en 1914.  El entorno, que con solo mirarlo se nota el paso del tiempo, provoca intriga en todo curioso que llegue a conocer las estructuras de cemento en las que peces comienzan a crecer, en medio de la poesía de Teillier.

Por Ricardo Olave

Mañana de lunes y mientras que Temuco y sus alrededores comienzan una semana laboral, a solo 30 kilómetros el Parque Isabel Riquelme entrega un descanso natural para quienes quieran descubrir el significado de tranquilidad. Es ahí, en medio de los poemas de Jorge Tellier y a las orillas del río Cautín, en que la piscicultura del sector se forma como punto turístico y de curiosidad para quienes llegan al parque de 33 hectáreas.

Por solo 200 pesos, las esponjas desinfectantes serán el primer punto para ingresar al lugar en el que don Julio ha trabajado desde que cumplió 18 por más de 22 años.  Junto a su equipo, está encargado de cuidar a las más de tres mil truchas arcoíris, que por ahora llegan hasta el medio kilo de peso, las cuales esperan a futuros compradores para terminar en los platos de las familias de La Araucanía.

El pez, que destaca por su forma de torpedo y su llamativo color, comienza su desarrollo en estas “incubadoras”, en las que cientos de ovas de un milímetro están a la espera de seguir evolucionando a larva para moverse a otro sector del lugar y seguir pasando por las etapas de alevín, juvenil hasta que el pez maduro es soltado en las piscinas donde los visitantes pueden alimentar a estos vertebrados acuáticos.

Si algún turista tiene las ganas de degustar la anaranjada carne una de estas truchas en su casa, don Julio, con una red y un balde, les permite “pescar” su alimento, el cual será limpiado y entregado listo para llegar a la cocina.  Sólo a tres mil pesos el kilo.

Una actividad que toda la semana, de once de la mañana a siete de la tarde, puede entregarle una opción fuera de lo común y unos minutos de descanso en un Temuco lleno de bocinas y rutinas.

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