Midiendo por medio de la balanza

Por Pablo Díaz

Cuando vivimos día a día en Chile, una de las primeras cosas que quizás se nos venga a la cabeza es la complejidad de la situación política de nuestro país y la marcada división que se puede observar entre los varios grupos, sobre todo en el último periodo debido a recientes legislaciones. En un momento en el que un se avecina un cambio de mando, se hacen más frecuentes las discusiones acerca de la inestabilidad y descontento que se tiene respecto al mundo gubernativo, al igual que en el resto de la población, en donde la opinión publica sigue demostrando el continuo desinterés por el ambiente actual como se reveló en el caso de la encuesta CEP realizada por el Centro de Estudios de Opinión Pública durante los meses de abril y mayo de este mismo año al darse a conocer que solamente un 44% de la ciudadanía estaba interesada en votar; siguiéndose dando con el mismo escenario que hemos estado viviendo en esta década.

Ya terminadas las Fiestas Patrias de septiembre, y dándose el comienzo de las campañas electorales para la elección del próximo Presidente de Chile, en conjunto con los varios debates que se realizaran en los meses que vienen, es importante que como sociedad cívica debamos evaluar los escenarios que se irán desarrollando en el futuro, en donde todos podemos formar parte de las piezas del tablero.

La realidad de una sociedad globalizada ha hecho que las metas deseadas de diversas naciones se hagan cada vez más desafiantes y difíciles en el proceso. Quizás por esta misma situación se pueda sentir una especie de atmosfera negativa respecto a los papeles de los líderes de los varios países del mundo, con la percepción de un debilitamiento por parte de los sectores políticos; y en el contexto de Latinoamérica, los numerosos casos de corrupción o deshonestidad han sido un contribuyente en construir aquel punto de vista. Un escenario como este, a pesar de ser algo no deseado, presenta oportunidades cruciales para poder generar cambio sustancial, pero debemos ser jueces en el proceso con tal de elegir lo que consideremos como lo mejor para todos y evitar caer en las tentaciones emocionales de las tendencias populistas que solamente entregan promesas vacías e irreales, al igual de que poseen un grave potencial dañino para el progreso y la seguridad.

Lo más importante es tener en cuenta una cierta valorización del lugar y momento en el que nos encontremos, aprendiendo de su situación actual y poder apreciar las virtudes que la hacen característica, al igual que tenemos que considerar las falencias o imperfecciones que se encuentran presentes, ya que siempre es íntegro y positivo tener una postura crítica frente a lo que queremos, pero esta debe encontrarse dentro de un marco que considere una perspectiva de sana convivencia, y enfocarnos en que es lo que debemos mejorar y potenciar en vez de crear un discurso que busque ensalzar las divisiones ya presentes en nuestra sociedad cívica, el cual sea carente de toda racionalidad . Es como dice el ya frecuentemente utilizado refrán: “Hay que ver el vaso medio lleno”.

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