La OMS y el anuncio de las carnes cancerígenas: ¿Estudiantes en peligro?

Por: Juan Carlos Poblete y Natalia Bravo

Hace unas semanas, el Centro de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC por sus siglas en inglés) hizo público un estudio en el que señala que las carnes rojas y los embutidos procesados –como las vienesas, la mortadela, el jamón, el salame y el salchichón– generan un incremento en el riesgo de padecer cáncer de colon. Examinados los antecedentes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió una declaración señalando que estos alimentos entraban dentro de la clasificación de aquellos considerados como “altamente dañinos” para la salud, por su riesgo cancerígeno.

El anuncio provocó alarma mundial, incluso en nuestro país. Son millones de chilenos que consumen diariamente este tipo de alimentos, preferidos generalmente por su costo menor al de alimentos más “sanos” o “verdes”, como verduras, frutas o pescado, recomendados por expertos como elementos indispensables para una buena alimentación. Es precisamente esa alimentación saludable la que no es un hábito en nuestra sociedad, conducta que tiene a nuestro país como el quinto país con mayor índice de obesidad en el mundo.

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VULNERABLES

Es un segmento específico de la población el que está siendo apuntado como potencial afectado. Son los estudiantes universitarios, jóvenes de entre 18 y 25 años que no tienen tiempo para cocinar platos mayormente elaborados de mayor variedad nutricional, y que además al carecer de los recursos suficientes para adquirir ingredientes saludables, optan por elegir a los embutidos como los acompañantes predilectos para su once, o el consumo de carnes rojas en el almuerzo, de tal manera que se convierten un grupo vulnerable en relación a la advertencia de la OMS.

Además de las grasas saturadas, la sal y el azúcar –acusadas de provocar riesgos cardiacos, hipertensión, colesterol y el aumento en los niveles mundiales de obesidad–, los estudiantes universitarios consumen día a día este tipo de alimentos en diferentes porciones y platos. Comen vienesas en los completos en locales cercanos a sus campus, tocino en las pizzas de una noche de diversión, e innumerables mortadelas y láminas de jamón que fielmente rellenan la hallulla de cada cena. En los almuerzos, la situación es igual, y las carnes rojas se convierten en un acompañamiento típico de cada colación, incluso la que es entregada en los casinos, colocando a los estudiantes en consumidores que no tienen muchas alternativas como para no elegir tales productos. “Si realmente los casinos y las concesionarias que los administran se preocuparan del valor nutricional de las preparaciones que le entregan a los alumnos y profesores, deberían existir opciones incluso para los celiacos y los vegetarianos, que es una tendencia alimenticia que ha ido creciendo dentro de los estudiantes”, argumenta Kamila Durán, estudiante de cuarto año de Nutrición y Dietética de la Universidad de La Frontera.

RIESGOS

Que por cada porción de 50 gramos de carne procesada al día, aumentara en un 18% el riesgo de sufrir cáncer colorrectal, puso en la palestra mediática las normas gubernamentales y los controles de fiscalización hechos a las empresas productoras para conocer los aditivos que se suministran a tales productos. Para el mundo fue un impacto saber que la carne de vacuno, ovinos, aves y cerdos estuviera al mismo nivel del cigarrillo, pero según Angélica Hernández, nutricionista y académica de la Ufro, la información que reveló la OMS “no es nada nuevo”. “Nosotros como expertos ya lo sabíamos desde hace mucho tiempo: la carne roja y procesada trae vinculaciones a patologías relacionadas al sistema digestivo, principalmente debido a los nitritos, que son conservantes que se les añaden en su proceso industrial”, explica la experta.

Pero, ¿están los estudiantes realmente más expuestos que el resto? Angélica Hernández, académica del Departamento de Salud Pública de la Ufro, señala que los estudiantes “son un grupo humano que está tan expuesto como todos. La alimentación en nuestro país se vincula mucho con la situación económica de quien se alimenta, y esta estratificación social que se produce en la comida provoca consecuencias sobre la elección de productos. Quien se alimenta con su familia puede llegar a tener una alimentación mucho más variada, pero si un chico vive solo siempre elegirá productos elaborados o semi elaborados y de rápida cocción, por eso se alimentan mal y se suman a la gran cantidad de gente que no consume mucho pescado, ni frutas o verduras”, explica Hernández.

“El problema de estos alimentos procesados es que son adictivos. Son sabrosos ya que se le aplican aditivos, componentes como una sal especial, por ejemplo, que produce adicción. Las grasas y azúcares generan hormonas, especialmente en jóvenes… y entre otras cosas, son características que ajustan a lo que a la industria alimentaria le interesa: vender”, señala Rodrigo Torres, nutricionista y académico del Departamento de Salud Pública de la Ufro. “Y en bajo el paradigma económico de la industria, vender no va de la mano con la salud y el bienestar de las personas”, agrega. “Que se haga público es lo que parece interesante. Quizás esto puede ayudar en la creación de más conciencia sobre la alimentación sana”, señala el nutricionista.

ELECCIÓN

Porque quizás un estudiante informado, por más que estuviera escaso de tiempo, sí podría conocer las ventajas y consecuencias negativas de lo que está comiendo, para tener la capacidad de cambiar su elección al alimentarse.

1977184407_221c3a8dfaYessica Álvarez, estudiante de Ingeniería Comercial de la Ufro, opina que “es súper irresponsable que aún en los casinos de la universidad sigan dando comidas con carnes si es que no son benéficas para nosotros y para nuestro organismo. Nosotros como alumnos deberíamos estar más informados de esos temas”. “Siempre las comidas recomendadas serán frutas y verduras, debido a los requerimientos de vitaminas y minerales para el gasto calórico que hacen los estudiantes. Además del consumo de pescado, huevos y lácteos, y carbohidratos preferentemente integrales que entregan la energía necesaria para el correcto desarrollo de sus actividades académicas”, aconseja la nutricionista Andrea Oyarzún.

Precisamente, para el académico de la Facultad de Medicina, Rodrigo Torres, que la gente comience a “cambiar de hábitos al alimentarse es una cosa muy profunda que parte desde la regulación por parte del Estado a la producción y procesamiento de alimentos, porque no todo pasa por el consumidor. Se deben dar las alternativas, generar una discusión e instancias como campañas que aporten a difundir información y concientizar sobre la importancia de una alimentación que evite este tipo de alimentos y que promueva algo más sano que aporte al desarrollo integral de cada estudiante”.

Sin embargo, también hay algo de desesperanza luego del anuncio de la OMS. “Cuando hace décadas se dijo que el cigarrillo producía directamente cáncer, la gente lo siguió y lo sigue consumiendo. Por lo tanto, si estos productos siguen siendo de fácil acceso económico, no tendrá un mayor impacto en la conducta alimentaria de cada día.  O sea, la gente y los estudiantes seguirán comiéndolos igual porque sale más barato”, opina la académica Hernández.

Y es que aunque un vocero de la OMS tuvo que salir a dar explicaciones para calmar la alarma mundial producida, incentivar una buena alimentación para estudiantes universitarios nunca estará demás. Pero falta mucho para eso, según los expertos. Es algo con un trasfondo mucho más amplio, y que parte desde las leyes que regulan a la producción y la etapa de procesamiento de los productos, pasando por informar y detallar con campañas sobre qué es lo que se vende en el kiosco, y termina en la voluntad personal de cada estudiante de alimentarse sano y elegir bien.

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