La alocada alimentación universitaria: Entre la desnutrición y los excesos con tarjeta Junaeb

Por: Juan Carlos Poblete

El primer día de cada mes es una fecha gloriosa para un prodigioso segmento de jóvenes chilenos. Después de semanas de agonía nutricional, típica de cada fin de mes, el pedazo de plástico más fundamental del universitario vuelve a tener validez en kioscos, locales de comida y supermercados. Ateos o no, la mayoría de los universitarios reconoce que la tarjeta Junaeb es “una bendición”, y la recarga de $32 mil pesos mensuales… un milagro.

Baes

Y es que para los que la tienen, la Baes (Beca de Alimentación de la Educación Superior) es más que una tarjeta de plástico. Es amor… es vida. Un instrumento de poder frente a los compañeros, un comodín de último recurso e incluso un anzuelo para conquistar al sexo opuesto, según los más cancheros.

En realidad, la Baes es simplemente un subsidio de alimentación que entrega el Ministerio de Educación a los estudiantes universitarios de los quintiles I, II y III, calificados como “los más vulnerables”. Pero contrario a lo despectiva que puede sonar la categorización del Mineduc, la Beca de Alimentación para la Educación Superior es vista dentro de cada campus universitario como un privilegio y, es más, como un orgullo.

Trascendental

Pese a que nadie tiene idea de cómo y cuándo nació la Baes como una beca alimenticia, su uso trasciende las inmediaciones de las casas de estudio.

Beca-JUNAEB

Tras una frenética búsqueda por techos y ferias, al más puro estilo de Bruce Willys, se logra dar con algún local con un letrero que diga “Ticket”. En general, la Baes puede usarse en cualquier negocio donde momentos antes de pagar, el cajero responda “sí” a un tímido “¿aceptan Junaeb?” de un universitario con las tripas rugiendo como león de Sri Lanka.

En el más académicamente correcto de los casos, el trasnoche provocado por la intensa y abnegada tarea del estudio no deja demasiado tiempo entre que suena la alarma para levantarse y cuando comienza la clase. Peor aún, con tantos accidentes y delincuencia en el transporte público, el tiempo para desayunar es tan escaso como la posibilidad de bajarse de la micro con vida y con las mismas pertenencias que al subir, así es que llegando a clases, la espera hasta el primer “break” se transforma en un lento decaimiento al borde de la baja de azúcar.

En otros casos, la tarjeta Junaeb y si es que su saldo no terminó siendo transformado como efectivo a las tres de la mañana en un local de comida para continuar con el carrete, toda la beca se fue en sándwiches de una “picá” abierta cerca de algún suburbio a las cinco de la mañana.

Para ambos casos, el “¡chicos, hacemos un break!” destina las últimas proteínas a mover las piernas hasta el carrito de sopapillas más cercano para devorar cualquier masa, dulce o salada, que evite el desmayo antes del mediodía. La espera para pagar la fiel napolitana o la pizza personal (que es un mero pan, jamón y queso laminado con un tomate bañado en orégano) en la primera oportunidad es casi equivalente a la del almuerzo. Los que no tomaron desayuno son los primeros en la kilométrica fila de las cajas del casino de cada universidad para comprar una despreciada bandeja con porciones reducidas y a un valor que, ni siquiera pagándolo con Junaeb, alcanza para que pueda comprarse uno en cada día del mes.

Atún con palta o papas con carne siempre despreciados por la demora y la espera. La lentitud del proceso es tal que siempre alguno de los elegidos por la segmentadora y mágica tenaza de los quintiles se atreve a decir “ya cabros, yo me rajo con completos”. O al menos, esto en los primeros días.

Porque la Junaeb se va acabando y su duración es tan efímera como la satisfacción al comer completos con ella. Ya lo dijo Aristóteles… de seguro. Con la llegada de fin de mes, atrás quedan los pedidos de las primeras semanas en algún supermercado mayorista, cuyo costo obviamente fue pagado con la Junaeb. Y aunque el monto mínimo de transacción es de $1.300 pesos, siempre quedará ese pequeño saldo que nadie puede gastar: es como el poco de leche que cada en el fondo de cada caja.

Como sea… la escasa y desnivelada alimentación de los universitarios deja solo una cosa en claro: los “chicos Junaeb” son los héroes del grupo. Y los otros serán los que siempre acompañen a gastarla en kioskos, las picadas o los mayoristas. Pero todos saben que la alegría ya viene. Y será el día 1 del próximo mes.

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