Entrevista a Waltraud Püschel, Directora del Ballet de Cámara Ufro: “Tenemos que aunar criterios, y valorarnos”

Por Paloma Castillo

Desde muy temprana edad en la maestra Waltraud Püschel despertó el amor por la danza. Hoy y luego de una destacada trayectoria que la ha llevado por grandes escenarios y por un enriquecedor camino en torno a la formación de niños y  jóvenes, la directora del Ballet de Cámara de la Universidad de La Frontera, nos cuenta sus vivencias y su perspectiva en torno al desarrollo de las artes en la capital regional.

Es martes por la mañana y mientras muchos marchan apurados en sus quehaceceres cotidianos, está por gestarse un grato momento en un cálido espacio en el centro de la ciudad. Se trata del segundo piso de la Universidad de La Frontera ubicada en calle Prat, lugar en el que me recibe la maestra Waltraud Püschel. De carácter ameno y esbelta figura, la directora se sitúa frente a mí en una de las salas con su espalda recta y un perfecto moño de ballet para iniciar una interesante conversación. Es evidente que Püschel se siente como en casa y aunque nos encontramos a solas, sin duda en aquel sitio rodeado de espejos y barras de danza es posible percibir el eco de aquellas voces que en busca de un sueño  se forman día a día junto a un ícono de las artes escénicas.


El crecimiento de una artista

-Recordando sus inicios ¿Cómo nace su interés por  la danza?

-La verdad de las cosas es que el arte lo desarrollé  desde el vientre. Mi madre nos llevaba a mi hermano y a mí a presenciar en el Teatro Cervantes de Valdivia, opera, ballet, conciertos,  y en mi hogar, se sintonizaban radios que tenían un espacio para la música docta, entonces yo crecí en un ambiente donde se expelía arte y cultura. Mis primeros profesores  fueron Carmen Contreras junto a Osvaldo Bastidas con quienes a mis ochos años (1964) inicio mis estudios de ballet. Tras su cierre un año después, entro a la Academia de Lady Muñoz  quien luego se marcha a Osorno. Yo desde pequeña era muy estructurada y sentía que por lealtad a ella la danza había terminado en mi vida.

-¿En qué momento se da cuenta que era tiempo de retomar lo que le apasionaba?

Tenía 16 cuando se reabre la carrera de interprete en danza  y ya por los años 70’s se ofrece la posibilidad de cursar la carrera de monitoria en danza que duraba tres años en la Universidad Austral. Ahí  se me abre el mundo de la danza con Matilde Romo y Osvaldo Lizana y desde entonces no la he soltado más, aunque paralelamente cuando salí de cuarto medio  estudié Pedagogía en Ingles durante 2 años, en interpretación en danza solo pude cursar hasta el sexto año. Fue luego de eso, que la famosa actriz Diana Sanz me dice “Waltraud tienes que irte al Teatro Municipal, yo te puedo contactar con la directora”.

-¿Y cómo fue esa experiencia?

-Viajé, pero finalmente no fui a ver a la directora, porque nunca iba a saber si en caso de quedar sería por mis reales condiciones. Cuando  ya estaba dispuesta a regresar, curiosamente veo un viernes a las cuatro de la tarde un aviso de que estaban tomando exámenes para la escuela del   Teatro Municipal. Fui y era la última, paso a cambiarme y cuando ingresé habían ocho maestros, más Yolanda Montecinos como directora. Lo más gracioso fue la actitud del pianista, que me miró de arriba a abajo y me hizo un guiño. El tenía una capacidad de darse cuenta quien quedaba y quién no.

Y para la futura maestra el éxito llegó….

Es en este proceso que Puschel recuerda con afecto su camino junto a las maestras   Eliana Azocar y Alicia Targarona, pero su trayectoria no termina ahí. La artista cuenta como la danza le abrió las puertas hacía experiencias como su viaje  al Centro de Bellas Artes Ateneo de Maracaibo, Venezuela,  su paso por el Ballet Municipal de Valdivia y su de arribo hacia el área de formación en  establecimientos educacionales, marcado así la antesala a su carrera en La Araucanía.

¿Entiendo que desde el año 2001 comienza a dirigir el Ballet de Cámara de la Ufro?

-Llego a la Araucanía con  mi familia al año 1997 donde  trabaje en algunos colegios que posteriormente deje para dedicarme por completo a la Universidad de la frontera. Tuve la suerte de contar con una muy buena infraestructura y desde aquí siempre hemos colaborado con el Ballet de Santiago.  Hemos tenido muchos niños pequeños, y a partir de 2008, el área danza permitió que yo fuera prepararando a personas que pertenecían al Ballet de Cámara como instructores de danza para los niveles de pre-básica y es así como ha existido siempre un staff docente que ha atendido a niños desde 4 años.   

Respecto a este punto ¿Cuál cree son los principales desafíos de esta casa de estudios para el desarrollo de las artes?

Creo que acá necesitamos profesionalizar, tenemos el Ballet de Cámara, la Orquesta, Ballet Folclórico, Compañía de Teatro  y sus integrantes deberían estar contratados para tal efecto, lo que inmediatamente nos podría situar a nivel nacional e internacional. Podríamos ensayar  todos los días y no solo algunas veces por semana en horario vespertino como ocurre actualmente.


Reflexiones

El reloj avanza y Waltraud Püschel comienza cerrar la conversación ya que en pocos minutos llegará a una amiga a buscarla, aunque la maestra no terminaría nuestra conversación sin antes hacer algunas reflexiones sobre las jóvenes promesas de la danza.

-Usted ha pasado por diversos escenarios. En el  marco de la interpretación ¿Cómo conecta la danza con las emociones?

-No todos tienen la misma potencia como artistas, una cosa es ser una gran  biomecánico corporal y un gran ejecutor de ejercicios y otra es como expresas todo aquello. Recuerdo cuando el maestro Jaime Pinto, que participó en el Ballet Real de Inglaterra,  dijo en una oportunidad “artistas hay muchos pero de todas las bailarinas, me quedo con Margot Fonteyn”. Quizás ella no tuvo los 180 grados pero era una artista con un alma única.  Yo me preguntaba por qué me escogían a mí y me decían “porque eres artista”. Cuando tenemos la capacidad de conectar la creatividad y la técnica, tienes la capacidad de conectarte emocionalmente. Algo sucede que logra dejarlo fluir para  tener un estado interno.

-Y en ese sentido ¿Cómo percibe estos aspectos en otros bailarines?

-Tu lees el cuerpo, en la forma de caminar, en la rítmica y la expresión corporal sabes  cuando un alumno tiene el gusto por la danza, no tiene el talento y te das cuenta que esa persona  va a aprender, o bien cuando hay una persona tremendamente talentosa pero que no va a llegar a ningún puerto. En la forma en que camina sabes si una persona es constante o si es segura o insegura. Son aspectos psicológicos que influyen en que la persona tenga o no éxito.

-Al igual que sus pupilos,  actualmente hay muchos jóvenes  ven en la danza una forma de vida.  ¿Qué consejos les daría para encontrar su sello personal  y no desistir en este camino?

– Es muy difícil porque  en nuestro país no tenemos una instancia que permita a los jóvenes adultos sin conocimiento  desarrollarse en danza. Si hay jóvenes que en esta universidad no tienen conocimientos en danza,  tenemos un espacio que yo denominé “semillero” de Ballet de Cámara para jóvenes de 16 años sin costo,  siempre y cuando con la condición que tienen que asistir y estar a la disposición si se le requiere para algunas colaboraciones. Creo que en la danza la claves es sacrificio y tener claro el objetivo que quieres perseguir.

-Y en su caso y tras una vasta carrera ¿Cuál es su reflexión respecto a las satisfacciones y alegrías que otorga esta profesión y por el contrario donde han estado las dificultades y sacrificios?

-Las mayores alegrías radican en que uno sabe que está formando seres humanos  que al lugar que vayan, teniendo dos metros cuadrados pueden mostrar lo que saben hacer con su cuerpo y  no necesariamente con un titulo. Las dificultades están en que aquí no existe una compañía profesional de danza,   se necesitan más recursos para el arte y con ello tener más jóvenes conectados con su espíritu. Basta de decir que es una región donde no se puede surgir. Falta trabajar en equipo y tener la decisión  que si se interesa desarrollar el arte, esto pasa por la formación, falta decisión y yo aun tengo el sueño que es lo principal. Tenemos que aunar criterios, y valorarnos.


Ya son las 11:20 de la mañana y de pronto suena la puerta, Waltraud Püschel acomoda su chaqueta amarilla y se dirige a abrir ya que la están esperando. Finaliza para entonces una grata y enriquecedora conversación, me dispongo a abandonar el salón, pero ya no voy sola. Me retiro con el recuerdo de una maestra integral, aquella que de su padre aprendió  a fundir metales y de su madre a amar la cocina, la cultura y el ballet, me voy con el recuerdo de su resiliencia tras perderlo todo en el terremoto de 1960 y salir a flote junto a su familia. Dejo el campus de la Universidad de La Frontera, pero no aquellas vivencias que la maestra relata y que decidí hacer presente en estas líneas.

 

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