Bienvenida retroactiva Junaeb

Por Verónica Amara

Eran apróximadamente las 12:40 de la noche del 1 de abril cuando me encontraba navegando en mi cuenta de Instagram, sin nada especial que hacer, simplemente viendo y compartiendo algunos memes, cuando en eso veo la “historia” que acababa de subir un amigo, en la que salía el saldo de su tarjeta Junaeb, y ahí estaban, unos gloriosos 64 mil pesos listos para ser gastados.


Cuando revisé mi cuenta para verificar si a mí también me habían recargado, pensaba en lo mucho que me costó sobrevivir a un marzo sin “Juna”, y es que para qué vamos a estar con cosas, si para los estudiantes, sobre todo para los que venimos de fuera, se nos hace muy difícil tener que solventar los gastos de arriendo y comida, que es en lo que más se va el dinero. Recordaba que unas cuantas oportunidades tuve que quedarme sin almuerzo porque no tenía cómo pagarlo, o tuve que dejar de tomar la micro para que no se me fuera toda la plata de una vez. Es un privilegio poder decir que mis papás aún me sustentan económicamente, pero ¿qué pasa con aquellos que no tienen quién los esté respaldando cada vez que se quedan sin lucas, y que su única forma de poder comer en la universidad es gracias a la “Juna”?  

Cuando despierto de mi pensamiento, la página ya había cargado y veo que efectivamente tenía los 64 mil pesos retroactivos en mi Junaeb. Más que rápido saco un pantallazo a la página y la publico por cuanta red social tenía. Mi sorpresa se hace aún más grande al ver que no sólo yo estaba feliz con la noticia,  sino que muchos amigos de otras universidades me hablaban, contando las peripecias que tuvieron que pasar en marzo al igual que yo, juntando cada peso para poder comer.
En eso reviso historias y posteos de Instagram, luego Facebook, WhattsApp, por todos lados personas publicando que al fin habían recargado la Junaeb. Historias con emoticones felices y corazones, y claro que compartía su alegría, pero a la vez me hacía pensar en la necesidad que existe entre los universitarios, siendo la mayoría de una clase social media-baja y que les cuesta llegar a fin de mes, que cuidan su tarjeta como hueso santo y que aún así a pesar de lo poco, invitan a algún amigo a almorzar de vez en cuando.

Termino de revisar las historias y me pongo en pie para llamar a una amiga, la invito al Subway. Esto había que celebrarlo, así que tomé mi chaqueta y una bufanda con la que me envolví hasta el alma para poder salir a la calle y fuimos a comer. Claro que pensando en que recién comenzaba el mes, pedimos un Sub del día (el más económico), acompañado de un té Dilmah de frambuesa, que le daba todo un toque a nuestra glamorosa celebración. En eso mi amiga que a todo esto también es universitaria y con el mismo estatus social que yo, pero que, sin embargo, el Estado no le dio la junaeb, agarró su celular para tomar una foto y plasmar ese bello momento, que como era de esperarse, fue compartido y posteado directamente a Instagram.

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