Ataques homofóbicos: un Chile que retrocede


Desde que el ser humano camina por el planeta que las disidencias sexuales existen. No podemos olvidar que en la misma Biblia se hacen algunas referencias a prácticas homosexuales, sea con la connotación que sea, aunque por miles de años la heterosexualidad ha dominado la historia y el mundo. En Chile, por supuesto, no ha sido diferente.

En los últimos años las cosas han cambiado. O eso creía yo y miles de personas más, porque en todo el mundo las marchas en pro de los derechos de las personas LGBTQ+ cada año convocan más gente y el respeto por todas las diferencias sexuales es defendido con más ímpetu, incluso en nuestro país.

Pero en los primeros meses de este 2019, como quizás pudiste ver en varios noticieros de nuestro país, una oleada de ataques homofóbicos me han hecho pensar que en realidad estamos retrocediendo. Carolina Torres, Matías Mella y José Vargas son tres víctimas que dan cuenta de ello.

Y solo queda preguntarme: ¿qué pasa con mi país? ¿Por qué como sociedad no podemos dejar que las personas sean y se expresen de la manera en la que se sienten cómodas, si no dañan a nadie? Y en la última pregunta me incluyo yo, porque todos somos culpables, porque si vamos a hablar de la sociedad, incluyámonos todos. Todos tenemos algo que decir. A veces escuchamos ese comentario homofóbico que nos molesta, pero callamos. Lo dejamos pasar.

¿Por qué el hecho de causar daño a otra persona les hace pensar que va a cambiar, o que está bien? La diferencia nos hace bien, nos construye como sociedad, porque sería monótono si todos fuésemos iguales, con los mismos gustos, hablando siempre de lo mismo, viviendo en la apatía, sin nada diferente de qué agarrarnos.

Respetémonos. Busquemos lo bueno de las diferencias en el ámbito de la sexualidad, de género, en cualquier tema posible, porque en aquellos distintos gustos está la felicidad y vamos creciendo y encontrándonos a nosotros mismos.

Lo único que quiero dejar en claro con esta columna es lo siguiente: vive y deja vivir. Porque si el de al lado es gay, si la de al lado es lesbiana, y a ti no te hace ningún daño, déjalo. Pasa, vive tu vida como siempre la has vivido, porque el otro es feliz así y tú también.

No esperemos que nadie más muera. Que nadie tenga que pasar de nuevo por lo que vivió Daniel Zamudio para darnos cuenta de que la homofobia está mal, porque no importa lo que tú o yo pensemos, porque el respeto no distingue de orientaciones sexuales ni identidades de género.

Enfoquémonos en respetar, para que Carolina, Matías, José y muchos más puedan ser felices. 

Ignacio Martínez Castro es estudiante de periodismo en la Ufro. Actualmente cursa tercer año.

 

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