Crónica de un intercambio: Mi experiencia en Temuco

Por Verónica Juárez Charros (Estudiante mexicana en la Ufro)

Desde que entré a la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, en México, una de mis metas a corto o mediano plazo era, sin dudas, conseguir un intercambio. Gracias al apoyo de mis padres y de mi universidad ese sueño se cumplió hace un par de meses, después de diversos acontecimientos.

En primera instancia, debo recordar los días de enero cuando salió la convocatoria de movilidad estudiantil, específicamente para el área internacional. En ese momento la alegría se combinaba con la responsabilidad que suponía el tener todos y cada uno de mis papeles en regla. Ningún detalle podría quedar de lado.

Finalmente, el 17 de febrero de este año, los resultados llegaron y mi matrícula una de las afortunadas en aparecer en la página de relaciones internacionales de mi universidad.

Rumbo a Chile

A partir de entonces me di a la tarea de recabar información acerca de Temuco y la Universidad de La Frontera, para conocer más no sólo sobre la universidad a la que iba, sino también su gente, su cultura, su estilo de vida entre otros aspectos a destacar.

Claro está que en lo único que podía basarme era lo que encontraba en Internet y estaba consciente de que la experiencia en llegar sería completamente distinta a la que podría imaginarme en fotos o después de leer algunos textos.

 Continuando este camino, el día de la compra de los boletos llegó, marcando la fecha del 17 de julio como mi partida de la tierra en la que nací para explorar nuevos horizontes que me permitirían crecer como estudiante y como persona.

El momento de partir llegó y después de dejar atrás a mi familia y seres queridos, el arribo a Temuco tuvo que pasar por escalas, desde mi llegada al aeropuerto de Bogotá, hasta mi aterrizaje en Santiago. En menos de 24 horas ya había estado en tres países distintos.

 Cuando aterricé en Santiago me timaron, además de alertarme que la zona sur sería muy peligrosa. Esto me sorprendió, por ello decidí, al próximo roce con otra persona, tomar más cautela.

Ya en Temuco le conté a mi madrina, la compañera de universidad que me recibió en el sur,  lo que me había pasado y me comentó que ese era el chileno, una persona aprovechadora.

Claro que, tiempo después, entendería esta opinión ya que existen conflictos anteriores que crean prejuicios, tales como: “los mapuches son terroristas” o, “así es el chileno, no respeta y se aprovecha”.

Platicando con algunos compañeros acerca de su pensar al llegar, pude encontrar algunas similitudes con mi experiencia: “La universidad es otro mundo, la ciudad es muy tranquila, es muy diferente a mi escuela. Me gustaría que mi universidad tuviera lo que tienen acá. El nivel es muy diferente a lo que tenemos en México” concluyó Celeste Ramírez, alumna mazatleca de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), quien llegó para estudiar Periodismo.

“Allá en la Ciudad de México como que la gente se enfoca más en sus cosas, inclusive son más competitivos. Siento tranquilidad porque allá es mucho estrés y estrés. Te sientes con la confianza de pedir ayuda” explicó Alejandra Aguilar Reyes estudiante de la Unam, quien apurada con los libros bajo el brazo caminaba hacia su aula en la Facultad de Ingenierías.

“(De) la universidad de momento no puedo decir mucho (…) me sorprendió la cercanía con los trabajadores de la universidad… dar abrazos a profesores y también que les llamen profe que es como de mucha confianza en vez de por su nombre” relataba en su experiencia Amia, joven bilbaína con una sonrisa de oreja a oreja, estudiante de la Universidad Pública de Navarra.

También pude conocer la opinión local. Gabriel Fuentes, estudiante de la Ufro decía: “Yo no pensaba que fueran diferentes a mí, claro que con la tele o las redes sociales uno se crea una idea de la gente de afuera. Ya sea por el simple acento o  cosas así, pero aparte de eso no pensaba que fueran personas diferentes a mí”. Y finalmente concluyó: “¡Ah! La única diferencia es la forma de hablar y eso, pero lo que me sorprendió son sus costumbres, el hecho de cuánto tiempo duermen, de la comida, eso sí”, denostando que en México se duerme muy poco, y no lo culpo.

Un cambio muy brusco

Los momentos difíciles y de incertidumbre que pueden afectar al dejar todo lo que se conoce atrás, se hace presente y eso lo pude constatar con un compañero de México quien, a su modo de ver, la relación con las personas es complicada: “Son puras máscaras. Ya me harté de tanta sonrisa falsa al saber que somos extranjeros” dijo “pues pareciera entonces que la universidad propone más hasta ahora exhibir una cifra a pulso más que una persona”.

Finalmente, pudo decir que mi experiencia, hasta el momento, ha sido enriquecedora. Las personas con las que he convivido me han demostrado una calidez humana sorprendente y me han enseñado cosas que sin duda las recordaré. Aspectos de la vida cotidiana han sido de los más importantes, conocer su modo de vida y entender que va más allá de lo que uno se puede imaginar. Aspectos como el transporte que se usa, palabras que he aprendido, la forma de saludar o incluso el cómo se maneja la universidad, desde jugar con la nieve hasta prender fuego con leña, pasando por la vida estudiantil y la personal… y todo lo que aún me falta por descubrir.

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