¿Y qué tal las personas en Chile?

Por Verónica Juárez Charros

Llegar, desconocer, desconocerte, encontrar y maravillarte. Podría resumir un poco el acercamiento que tuve en Chile, o más bien dicho, en Temuco.

Pues a pesar de no existir un contraste tan grande, al pertenecer a este imaginario de Latinoamérica, existen diferencias culturales pautadas por una historia en distintos cauces. Desde un simple modismo, una entonación en el habla; hasta percepciones de una forma de vivir.

Evocaré esta primera de varias columnas a explicar cada uno de los aspectos y hacer lo posible para contar la perspectiva de una compañera de intercambio mexicana hacia lo que ustedes son, viven y denotan.

La vista

Son preciosos y admirables los paisajes que abundan en Temuco y sus alrededores, con inmensos árboles que pintan los cerros. Aunque no siempre nos damos el momento para poder apreciar lo que nos rodea. Por eso, posiblemente prefieren dormir más -ya veo su funcionalidad- y conseguir con una mirada más descansada observar el panorama y tatuar esa imagen en la memoria para recorrer el día. Increíble resulta que a pesar de ser una ciudad, se ve ornamentada por nubes grisáceas que dan un aire de melancolía bohemia.

Y donde la lluvia regocija como una brisa emplumada de siembra de juventud. Aquí parece ser que han hecho un trato con Tláloc (Dios de las aguas que vienen del cielo, cultura azteca; actualmente en usado referencialmente en México); ya que la lluvia nunca es violenta, siempre denota suavidad.

Pero quién sí no los pela (modismo de prestar atención) es el sol, ya que de vez en cuando aparece y alumbra. Créanme que lo digo en serio. No obstante, aquí no calienta ya ni el sol. Hagan la suma: mucha nube, viento constante, sol nada más de imagen, brisa; nos da el resultado de que para nosotros lo extranjeros no hagamos témpanos de hielo…

Ahora entiendo por qué la gente parece retrato en todas las fotografías en Chile. Es imposible quitarse todo el “titipuchal” de ropa que uno se pone al inicio del día para soportar el frío. Por eso tengan paciencia con los extranjeros, pues ya a lo largo de mi estancia aquí he logrado estar sin chamarra, digo solamente ya uso tres suéteres.

Pero con todo y la frialdad del clima es un espacio donde uno permite observar la naturaleza y no sólo dejarla en una fotografía. Me resulta muy reconfortante en poder ir caminando al cerro Ñielol para despejarte por la tarde o una simple mañana.

Gente, ¡no sea tan dramática! Las personas aquí parecen tener una diferente percepción de las distancias y los tiempos. Dicen que aquí lejos es 30 minutos, pero para mí es lo que recorro todos los días; comentan que es lejos que este algo a hora y media, pero eso es lo que aproximadamente me hago para visitar a una amiga allá en mi ciudad (créanme que cuando les digo de ir a visitarla, o salgo aún de la ciudad).

Su gente

Las personas en Temuco tienen mayor proximidad al relacionarse con el otro. Percibo que se debe a una influencia mapuche, es decir, son más de piel. El simple hecho de que poder entablar una conversación con un extraño y desconocer las fronteras geográficas que los dividen, demarca mucho a la gente que habita en esta parte del mundo.

La fraternidad y calidez que expresan para confortar al forastero son similares a los comportamientos que tenemos en México; sin embargo, existe una pauta significable que es la poca desconfianza que refieren hacia ti para incluirte en su día a día. Este asombro mío resulta de romper el esquema de disociar la temperatura fría con la que transmite su gente. Considero que al llegar aquí uno ve un todo posible.

Aunque todo lo que brilla es oro. Existe personas, como les explico anteriormente, que son amables, agradables. Pero como diríamos allá: “de todo hay en la jardín del Señor”. Existe también la realidad donde las personas oriundas de Chile que tienen cierta predilección en el trato con el forastero más que con su compañero de patria, tierra.

En reiteradas ocasiones me comentaron que el chileno no es alguien del que uno se puede fiar, pero tengan por seguro que algo se me pegó del sur en nunca dejar de darle la confianza a las personas, y en más el hecho de meter a todos en el mismo saco.

Aunque en mí existe un conflicto con la forma de realizar un simple día. Si me preguntan, hay dos momentos en los que parece que la gente es absorbida e invade un silencio abrumador en el entorno. Uno de ellos es lo que denominan almuerzo. Pareciera ser una prioridad en la forma de llevar su jornada, dado que en México uno come cuando se da el tiempo para comer; y de no encontrarlo, uno lo busca en el camino para realizar la siguiente actividad. Allá lo que importa es realizar todo lo que pueda en el día. Sacar la mayor productividad y hasta cierto punto enajenarte de tu entorno. Por ejemplo, darte un tiempo para sentarte a comer o bien tomarte un mate parece ser un momento inimaginable. No obstante, los mexicanos sí encontramos el momento para reírnos de la vida misma y después de ello continuar, pero la comida o almuerzo no incluye un tiempo-espacio.

Díganos sobreexplotados pero vamos… el almuerzo de hora y media, me parece excesivo, hasta dramático diría; aunque varios no coinciden con esta idea.

El otro instante que comentaba con anterioridad, es la noche. Lo digo en serio, de verdad, vamos aquí algo tan banal como parrandear/carretear/ fiestear hasta la madrugada para tomar una micro al siguiente día parece ser una idea absurda.

Ya que el funcionamiento de la gente temporiza el movimiento de la ciudad y la locomoción. Pues la población (gente) duerme más que nosotros los mexicanos. Las clases por ejemplo inician hasta después de la 8. Allá también existe eso pero solamente a los niños menores de 12 años.

Porque en el nivel subsecuente a esa edad, nosotros entramos a las 7, y así será sucesivamente hasta la universidad, donde uno elige su horario.

Para entendernos ¿y si hablamos en español?

Cuando pensé en solicitar mi movilidad nunca imagine que el lenguaje fuera tan diferente, pues coincidimos en que hablamos el “castella ¿no?”. Espero también que el texto no llegue a leerse muy directo. Y comprendan que solo es en un tono de sátira.

Mi error lo admito, aquí se habla chileno y yo hablo mexiquense. Como ya lo había explicado, en México solemos vivir un poco más apresurados el día a día; empero nos damos el tiempo para poder comunicarnos con las personas.

Creo que aquí eso ha impactado de diferente manera, ya que el día se torna al punto de caotismo que ni tiempo les da a los temuquenses pronunciar una “s”, “r” o siquiera respirar para marcar una breve pausa al hablar. Y que no es tan complejo el hecho de separar un poco las palabras.

Por ejemplo, me explicaban el “cochiguagua” que viene siendo coche de guagua, y que guagua es bebé o niño. Allá diríamos carreola, que posiblemente no tenga ningún desglose similar pero no está mal pronunciado.

Amigos, créanme que no hay problema, de verdad, las personas aquí en el sur suelen confundir la distancias (aún busco a quién culpar de ello), no me lo tomen a mal per aquí exceden un poco el tono de voz.

Así que si me ven por los pasillos ahora y pareciera que grito cuando hablo, no es tanto el hecho de que me haya habituado; sino que mis tímpanos se han averiado al punto de dejar de percibir el volumen.

Sin embargo, hablar en cierto volumen te hace sentir confianza con el interlocutor y censurarte menos. Que de la zona de donde provengo pareciera algo que debería promoverse para dejar de enajenarse tanto con la relación hacia otros.

Entrando ya en materia de habla, tengo que añadir que existen ciertos modismo que están tan interiorizados en cada uno de  los sujetos con respecto a su nacionalidad, que ni cuenta nos damos.

Era demasiado gracioso cuando a alguien trataba de explicarme un modismo con otro modismo y al final de cuentas entendíamos que hay modismos que solo se sienten. ¿Saben cómo es esa sensación de decir algo que ni siquiera se conoce el significado pero que llena tu sentir? Pues así vienen siendo varias “cuestiones”.

Se me hace oportuno como en algún momento con las personas crear cierto diccionario que traduzca los modismos de una región a otra. Porque una cosa sí es clara, el chileno es contextual, ya que “cuestión” puede ser cualquier cosa, que a su vez funciona como verbo, adjetivo e incluso sustantivo. Eso dejando fuera los garabatos, pues esto evoca un mayor grado de explicación que hasta este punto aún no aborda.

Antes de culminar opto por dejar algunas traducciones que he realizado del chileno al mexicano:

Mucho: tipipuchal
Fome: gacho
Tinca: late
Buerrear: chingar
Cuico: fresa
Roto: corriente
Weón: wey
Huevada: chingadera
Bacán: chido
Filete: chingón
Mina: chulo/chula
Zeta: jetón
Me tenís chata: me tienes hasta la madre
Parca: chamarra

Y espero con esto haberme aproximado un poco más a la jerga que llena de color y picardía a los hablantes dando una unicidad sólo de su tierra.

 

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