EL TRAS BAMBALINAS DE LA PREPARACIÓN DEL ALMUERZO EN UN CEAM DEL HOGAR DE CRISTO
POR IGNACIO AEDO
Llego al lugar cerca de las 11 de la mañana, se encuentra tranquilo, silencioso. El Centro de Atención al Adulto Mayor (Ceam) Nazaret o Casa de Acogida Nazaret que pertenece al Hogar de Cristo, no demuestra su real aspecto hasta pasado el medio día. Paulatinamente, comienza a tomar color y forma con rostros que suelen ser el decorado de las calles del sector de Amanecer en Temuco. Y que aquí, buscan generar lazos, esparcirse y principalmente alimentarse con las comidas que la casa les brinda.
LA SEÑORA DE LA COCINA
Luego de atravesar un pasillo estrecho con paredes de madera, está Elena Ibáñez con un delantal y gorro blanco ya preparando las dos minutas del día, una para todos los funcionarios del recinto y otra para los usuarios del hogar. Me advierte que debo quedarme en donde ella me indica, ya que en rigor solo ella puede estar en la cocina que se encuentra contigua al comedor principal de la casa.
Desde hace unos años es la manipuladora de alimentos en el Ceam. Este sitio cuenta también con una sala cuna y jardín infantil donde asisten niños pertenecientes a las familias del sector. Los usuarios son adultos mayores en situación de calle o en riesgo social, que muchas veces son los mismos que durante el día se les puede ver deambulando, varados o borrachos en alguna plaza de amanecer.
La primera semana de cada mes es súper complicado -comenta Elena mientras prepara una gran cantidad de ensalada de tomates y pepino- puesto que cada primera semana, llega toda la mercadería del mes al Ceam, que se debe ordenar en la despensa y organizarse, envasarse y rotularse según las minutas programadas para la semana.
Luego de saludar a una parvularía del jardín, que se acercó a la ventana que une la cocina con el comedor en busca de un termo con agua caliente, le pido a Elena que me cuente un poco su rutina diaria en el hogar. Me comenta, apelando un poco a mi identificación con una gestualidad más jovial, como siempre le ha tomado mucho esfuerzo ser puntual y llegar a las 8:30. Que después, usualmente toma desayuno con algunos de los demás funcionarios del recinto y con Ariela Moraga, su yunta del trabajo que es la auxiliar de Ceam pero que también, por momentos hace de su ayudante de cocina.
—En la cocina yo trabajo sola por un tema de contrato, pero la Arielita siempre me ayuda porque es mucha pega para una sola persona –
Mientras la hora de almuerzo se acerca, el día se despeja y el amplio patio del Ceam con sillones, mesas de ping-pong y un invernadero-huerta comienza a poblarse, llega Ariela a cooperar con la preparación del almuerzo y la colocación de la mesa para el personal del jardín. Sin su ayuda sería imposible concebir las aproximadamente setenta raciones de ambas minutas a las horas exigidas.
Tímida, Ariela me saluda escueta pero amablemente. Comienza a colocar los cubiertos y a ordenar las mesas del comedor de las funcionarias del jardín. Mientras, Elena va culminando el almuerzo de los usuarios que debe estar sirviendose a las 13:15.
—Las niñas del jardín y especialmente la directora son medias fomes. Que la presa que me tocó es muy chica, que esta tiene mucha grasa, que le falta sal y así. Yo trato de solucionar las quejas pero siempre me guío por la minuta.
Desde ahí empezé a comprender el porqué Elena es puntillosa con quien entra en la cocina y en mi caso, donde podía ubicarme ya que las funcionarias del jardin, desde su comedor tienen una visión parcial de la cocina a través de una ventana. En concreto, la actitud de Elena según su relato es evitar cualquier eventual conflicto con ellas. Además sostiene que la relación con sus jefes directos es buena, por lo que en situaciones engorrosas anteriores ha sido respaldada por ellos.
LA GRAN MESA
Siendo sobre las 13:15, llega a la cocina José Salamanca que es un voluntario del hogar, para llevarse la gran olla con la comida de los usuarios. Luego en el comedor de los adultos mayores, envuelto en un bullicio como de casino de escuela, dos parvularias en práctica del jardín van sirviendo y pasando los platos con el menú del día: fideos con salsa y jurel. En un intento por no incomodar, saludo a algunos usuarios que por su semblante, presumo más amigables.
—¿Tú eres alumno en práctica? -me preguntó una chica apoyada en el marco de la puerta de acceso al comedor, que yo asumí también parvularia. Después por Elena supe que era una niña que estaba cumpliendo horas de trabajo comunitario en el hogar. El motivo, para siempre será un misterio.
A las 13:30 junto con Ariela, Elena comienza a entregar los platos servidos para las funcionarias del jardín, por medio de la ventana que une ambos ambientes. En aquel comedor hay un grupo de unas 10 parvularias y directivas del jardín, que se dirigen de a una a la ventana por su plato de comida.
¿GUATITA LLENA, CORAZÓN CONTENTO?
Finalmente a las 13:50, en un comedor aparte más pequeño, empiezan a servirse los platos para los demás funcionarios del Ceam. Los “jefes”, el personal administrativo, algún voluntario que se encuentre y ellas, que al fin pueden sentarse a comer.
Por la pregunta que le había realizado hace un par de horas atrás, sabía que Elena terminando su almuerzo debía lavar toda la loza del recinto, ordenar y limpiar la cocina y despensa. Además adelantar la minuta del día siguiente pelando papas, picando las verduras, cociéndolas y descongelando carnes.
—En Chile el adulto mayor tiene una vida triste. Llegar a la vejez pobre, enfermo y sin nadie que esté contigo, es muy triste -me dijo Elena en el inicio de la jornada y, es lo que hogares como este, con todas sus visicitudes y carencias logran hasta un punto no menor, auxiliar.