El viaje de la Compañia de Teatro de la Ufro

Por: Sebastian Guzman

El reloj marca las siete de la mañana. Aún está oscuro, pero ya se escuchan los primeros pasos del día. Me levanto apenas de la cama. Me visto, me dirijo al baño y luego bajo a tomar un café. Me pongo un abrigo, y salgo a la calle. El frío es terrible. Quema. Los sureños bien sabemos eso: que el frío en el sur quema. Llego al paradero y tomo la micro. El viaje es corto y sin muchas paradas. Mejor así. Me bajo y camino velozmente para llegar a clases. Voy atrasado. En ese momento, paso cerca de la sala Los Avellanos, y recuerdo instantáneamente a Óscar Salinas, director de la Compañía de Teatro de la Ufro, quien tenía su oficina ahí, y que en una ocasión, junto a un café, me contó la historia de la compañía teatral:

Óscar Salinas, un hombre amable, dichoso, humilde, que bordeaba los cuarenta años de edad cuando lo conocí, llegó en 1999 a hacerse cargo de la Compañía Teatral de la Ufro. En aquel entonces, él ejercía de docente, pero se le concedió la oportunidad de encargarse de la compañía de teatro, debido a que Néstor Bravo Goldsmith, anterior director de la compañía y reconocido actor teatral, que hoy por hoy reside en Estados Unidos, se encontraba realizando un magíster en Santiago. “En ese momento yo renuncio a mi trabajo de profesor para poder encargarme de las doce horas de teatro que exigía la Ufro, porque sentía que era una oportunidad para desarrollar lo que yo quería hacer, lo que me apasionaba hacer. Fue una experiencia muy dura y difícil”. Recuerdo que me dijo mientras tomaba lentamente su café, “ya que los caminos del arte son muy exigentes”.

Antes de Óscar y antes de Néstor Bravo, la compañía de teatro tuvo otros dos directores: el primero fue Juan Manuel Fierro, actual académico de la universidad, a quien le siguió Ricardo Pinto, un consumado y distinguido actual actor teatral. Néstor Bravo Goldsmith estuvo casi catorce años dirigiendo la compañía de teatro de la Ufro. En ese sentido, Óscar Salinas se sentía muy orgulloso de sí mismo, ya que llevaba ejerciendo de director de la compañía por más de 17 años.

Los primeros años para Óscar fueron difíciles. El ritmo de trabajo era diferente al que estaba acostumbrado. Tenía que dirigir, no solamente a la compañía, sino que también abrir y buscar espacios para presentar las obras que preparaban. La universidad le exigía doce horas de trabajo diario, por lo que cargaba con una gran responsabilidad. Pero era lo que le apasionaba hacer, lo que amaba hacer, por lo que el cansancio, el agotamiento, el sueño, pasaban a un segundo plano.

Al principio, junto a Óscar como director, la compañía de Teatro de la Ufro estuvo integrada principalmente por estudiantes de la universidad, lo que generaba que los grandes proyectos que desarrollaban tuvieran siempre un límite. Un límite que tenía que ver con el período de egreso, y de incorporarse al mundo profesional propio de la especialización. Hubo momentos de desarrollo muy fuerte. Proyectos grandes. Giras de temporada en Santiago, Argentina, y en otras localidades, dónde se lograba avanzar fuertemente. Sin embargo, estos avances se veían liquidados por la ida de los estudiantes que egresaban. Por

lo que esto generó una necesidad imperiosa de tener un elenco estable, que no estuviese compuesto por estudiantes, sino por profesionales dedicados al teatro. En ese instante, Óscar comenzó a trabajar arduamente en la búsqueda de profesionales que quisieran ser parte de la compañía, lo que le costó bastante tiempo y paciencia. Pero, y después de mucho esfuerzo, se logro establecer dos compañías de teatro: una compañía universitaria, que convocaba a estudiantes de diversas carreras para desarrollar obras teatrales, que permitieran, de alguna forma, enseñar a hacer teatro, y de esa manera conectarse con la comunidad; y otra compañía de teatro, que fue la más dura de conseguir, integrada por un elenco estable y profesional. Compuesta por tres actores y un técnico, quienes desarrollaban (desarrollan) una gran cantidad de iniciativas y proyectos, que permitían sustentar económicamente a la compañía. A la larga, esto permitió que la propia universidad los financiara. Y en la actualidad es así. Desde ese momento, comenzaron a dedicarse totalmente a los procesos creativos del teatro. No les interesaba generar recursos para sobrevivir ni hacer sueldos, sino que querían dedicarse a crear y a desplazarse por el país.

Pasaron los años, y vinieron muchos momentos de felicidad y regocijo, pero Óscar siempre recordaba dos que lo marcaron fuertemente. Uno de ellos fue un momento clave para la compañía de teatro, siendo la puesta en escena de una obra titulada “La especie dominante”. Gracias a esta obra se ganaron un proyecto junto a una compañía española el año 2015, y vivieron todo un proceso de trabajo común, ya que los españoles vinieron a Chile a trabajar. Los españoles estuvieron en Chile durante tres meses, tiempo durante el cual montaron una obra, con el elenco profesional de Óscar, e hicieron gira, partiendo la presentación de la obra en el Teatro Municipal de Temuco. Después de la gira, la compañía se fue a España y Portugal, donde desarrollaron proyectos con distintas compañías. “Yo creo que es un hito porque nos trataron como a una compañía profesional sólida, y semejante a cualquiera otra compañía que se presenta en cualquier escenario chileno o europeo”, me dijo mientras comenzaba a caer lluvia. El segundo hito más importante sería el estreno de un proyecto colectivo, del 2015 también, basado en un texto dramatúrgico de Óscar, titulado “El Fuerte”, texto inspirado en la instalación del Fuerte Temuco, en el año 1881. La obra tuvo una gran recepción, ya que no era un tema que se tocara en el teatro chileno.

Esos dos momentos marcaron tanto a Óscar como a la compañía que dirigía, y siempre lo recordaba con una sonrisa en el rostro. En esa oportunidad en que conversé con él, me dijo que existía bastante libertad artística, y que nunca habían tenido un problema de censura o corte. Sin embargo, si admitía que había un problema de centralización del arte. Una negación del teatro regional en general. “Las temáticas del teatro nacional están determinadas por lo que pasa en Santiago, y el reconocimiento profesional también pasa por eso. Y lo otro es que las políticas de Gobierno no incorporan la satisfacción de necesidades básicas. Espacios donde poder hacer cartelera. No existe ninguna sala de teatro en Temuco donde se pueda hacer cartelera. No tiene mucha validez hacer una obra de teatro si no tienes el espacio físico para presentarla”.

Aún así, y a pesar de los contras, Óscar siguió trabajando de todas maneras, hasta el día de hoy. La última vez que hablé con él, me contó que estaba preparando una nueva obra teatral, titulada El sueño de Emilio, y que planeaba presentarla en Temuco y luego de manera nacional. También tenía en planes realizar una gira a Portugal el año 2017, e implementar viajes a diferentes localidades dentro de Chile. Tenía viajes programados a Valparaíso, Puerto Montt, Coyhaique, y Arica. Pero su propósito principal y final era salir de la región y del país. Una lógica de creación y de vinculación a nivel nacional e internacional.

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