El sueño (sud) americano en el fin del mundo

Por Ricardo Olave

Arica es paso obligatorio para quienes desean ir a buscar alguna oportunidad en nuestro país. Tras el papeleo obligatorio en la frontera con Perú, los extranjeros que llegan a la ciudad de la eterna primavera deben pensar en el transporte que los lleve directo a la capital. El bus es la instancia más barata y diferentes historias se reúnen en un mismo lugar a la espera de llegar al terminal.

Dos mil kilómetros y 33 horas en un bus. Con tanto tiempo en el mismo lugar y cerca de 40 asientos ocupados, parece ser la sensación de cansancio de tanto estar sentado que uno no avanza nada. Yo, como uno más de estos pasajeros que quería llegar a tierra firme, esperaba despertar en el terminal de Estación Central.  Tras pagar el embarque, la aventura daba inicio.

¿De dónde vienes? ¿Hacia dónde vas?

No es raro que estos recorridos sean los más inspeccionados por las autoridades. Nadie logra dimensionar la enorme cantidad de droga que se mueve entre el desierto y para los tantos que ven en este emprendimiento un gran negocio, tratan de moverlas ingeniosamente entre su cuerpo para venderlas en la capital. Y a veces solo se necesita un poco de suerte.

Imagínate… cruzar de La Paz hasta Arica, lograr pasar impune en esas fronteras donde la seguridad abunda. Moverte con unos cuantos ovoides llenos de coca, conseguir el bus hasta Santiago, pasar otro procedimiento de revisión en la aduana de Loa, al lado del mar, aguantar que tu cuerpo comience a sentir ese malestar de estar tanto rato sentado que quieres caminar y no puedes, moviéndote para que no aparezcan hemorroides. Sentir miedo de que te atrapen, te juzguen, te molesten por ser extranjero y que,  a menos de cuatro horas para llegar a tu destino, se suba un carabinero a realizar un procedimiento de revisión y te realice dos preguntas que no seas capaz de responder: ¿De dónde vienes? ¿Hacia dónde vas?

Y bueno… esas cosas pasan. El boliviano del asiento 56 y su plan fue destruido ante la intimidante mirada del poli que le repetía la misma pregunta. Pero, más allá del hecho que haya tenido esos ovoides, ¿cómo el carabinero tiene tan buen ojo como para atraparlo? ¿Años en la ruta o mero racismo?

Prestigio

Si una banda chilena tiene suficiente éxito en popularidad, siempre se mueve a México para que en algún momento pueda ser reconocida en otro país que hable español. Eso le mencioné a Fede cuando esperaba el turno en esos baños que solo se puede orinar.

Él, baterista de Cathleen, un veinteañero que junto a sus 3 amigos bajó del DF para seguir una lista de conciertos por Guatemala, Costa Rica, y encontrarse con el sur de América siendo una de sus paradas Curicó y Santiago en busca de más fanáticos.  Y como en Arica fue de la aduana al bus, no tenía idea de lo caro que llega a ser Chile y que tan similares son las historias que se viven en todos los países latinos.

Un par de conversaciones sobre Benito Juárez, su Presidente liberal, los problemas del petróleo, qué tan cara es la marihuana para ellos y sus familiares que han cruzado por la frontera, en la que Trump quería construir el muro.

La conversación final giró en torno a la película pirata del bus, que curiosamente fue “Apocalypto” y que tuvimos la posibilidad de analizar junto al auxiliar del transporte, a quien le gustaban “todas las pelis con sangre”. Un constante aprendizaje de los interlocutores entre el pueblo mapuche y el imperio azteca. A fin de cuentas, 33 horas es un tiempo no menor para el intercambio cultural.

Oportunidades

La temperatura promedio del estado de Trujillo en Venezuela bordea entre los 10 a 20 grados, siendo la sensación tropical la que domina el sector y que ha aumentado considerablemente si contamos la desesperanza y la falta de servicios básicos como petróleo o servicios básicos. Al lado del lago de Maracaibo, familias enteras se movilizan vendiendo y gastando sus fondos para poder cambiar el lugar que alguna vez llamaron casa. La frontera entre Tacna y Arica tenía más pinta de aduana entre la “Vino Tinto” y Chile, donde las banderas de tres colores con las ocho estrellas marcaran presencia entre los acentos peruanos y nacionales.

Deben ser miles de rostros que eligen venir a probar suerte acá. Recién egresados, con hijos que llevan pesadas mochilas para el colegio llenas de ropa para venir a probar suerte, con sus visas de turismo en espera de cambiarlas a una que les permita trabajar y empezar a acostumbrarse al clima, al transporte, a la xenofobia de un país que no ha estado en una situación de crisis y que esperan mejorar.

Cuando uno viaja de Arica a Santiago el clima seco comienza a cambiar drásticamente hasta encontrarnos con esa niebla helada que nos recuerda que estamos bajando al sur del mundo, esa niebla que dejó perplejos a los viajeros, quienes entre fotos y extrañeza, pensaban que este frío era nieve.

Para muchos de ellos, llegar a Santiago era una parada más rumbo a la Argentina, para otros, llegar al terminal significaba correr hacia dos niños que esperaban el bus, a los que el tipo llamaba “hijos” con lágrimas en los ojos.

En fin. Fede cooperó llevando los instrumentos de sus amigos mientras otro de los que viajaban con él buscaba un taxi para enfilar hacia Ñuñoa. El boliviano durmió en una celda a la espera de su juicio y los cientos de venezolanos ya buscaban a sus compatriotas que los esperaban en el carrusel de Estación Central. Las 33 horas no son nada ante lo que a partir de ahora comienzan a vivir en Chile.

 

 

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