Crónicas realizadas por estudiantes de primer año de periodismo UFRO

El hombre que cae, memoria que aún pesa

«Por Benjamín Bustos»

La famosa foto del hombre que cae, sigue dando que hablar y aún se recuerda como si hubiera sucedido ayer. La fotografía fue capturada por Richard Drew el mismo día del atentado a las Torres Gemelas, cuando la gente corría por las calles, mientras las torres se incendiaban y se desmoronaba a pedazos.cronica_benja_fallingman_foto01

La tarde en que Richard consiguió la foto que pronto daría que hablar, él se encontraba al otro lado de la ciudad. Cuando recibió la noticia de que el atentado había ocurrido, fue el único que tomo el metro hasta el lugar de los hechos, debido a que mucha gente por miedo, no los utilizaba. Al llegar la imagen que proyectaba el lugar era desesperación y horror, se podía distinguir montones de gente saltando del World Trade Center. Es cuando Drew con su cámara comienza a tomar una secuencia de fotos de personas dejando sus vidas atrás. Al momento de revisar las fotos logra distinguir una muy particular, en donde un hombre que caía estaba perfectamente alineado en picada, con las líneas del edificio que se encontraba atrás de él.

Al momento de publicar la foto y hacerla oficial, mucha gente estuvo en desacuerdo con esto, al expresar que era una violación de lo humano, utilizar una situación tan terrible y más aun a un hombre que tal vez podía ser identificado por sus familiares, era simplemente algo inhumano. Hasta el día de hoy la foto sigue siendo tema de conversación, y permanece recordando también la catástrofe ocurrida el 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos.

A una Década de dolor

«Por Constanza Encina»

“Aunque no ha escogido su destino, parece como si en los últimos instantes de su vida se hubiera abrazado a él. Si no estuviese cayendo, bien podría estar volando” señaló Tom Junod, periodista americano, en una de sus crónicas sobre el atentado a las Torres Gemelas en Estados Unidos el 11 de septiembre del 2001, específicamente sobre una de las fotografías más famosas e impactante de aquel entonces, conocida como “El hombre que cae”.

A más de una década del doloroso episodio, las heridas aún siguen abiertas y la memoria no quiere olvidar, un acontecimiento que impacto a todo el mundo, no solo por la forma en que ocurrió sino también a quienes les ocurrió, una lista larga y eterna de personas inocentes que nunca pensaron que ese día al despertar todo sería negro y oscuro. Además marcaría la historia de ellos y de todo un país, que pensaba en aquel entonces que era una de los más seguros.

La foto de aquel hombre representa la historia de cada una de las personas que estuvo allí aquel día, representa a cada familia que sufrió por sus familiares y también representa la esperanza que surgió y que nunca se perdió. Así mismo como Junod expresa en su crónica, la fotografía es muy interpretativa, cada persona le puede dar un sentido y significar algo distinto, porque su importancia no radica en quién es esa persona o en la explicación de porqué “salto”, sino que representa el dolor que todo el mundo de alguna manera vivió.

Último vuelo

«Por Stephanie Molina»

Ya han pasado 13 años del atentado a las torres gemelas; el miedo y el pánico aún remecen a la población norteamericana en tierra y en el cielo; el revuelo de este hecho ha generado una paranoia tan grande que no es posible decir “terrorista” o “bomba” sin que llegue personal de seguridad y te saque del avión; para mí esto es una leyenda urbana, ya que nunca lo he comprobado personalmente. (Quizás algún día lo haga).  Informativa e interpretativa.

cronica_fallingman_foto02Son dos imágenes las que impactan al mundo, una es la de los aviones cayendo al símbolo del “país de las oportunidades” y la otra es la del “Hombre que cae” un nombre sencillo, para una fotografía sencilla, pero que entorno a él se ha creado toda una leyenda.

Para mirar la foto hay que echar a volar la imaginación, sobre quién es aquel fulano que va cayendo y exhalando su último suspiro. Imaginado, me llegan las preguntas ¿Qué fue lo último que pensó? ¿Quién fue la última persona a quién amó? ¿Dónde fue el último lugar al cual viajó? Y ¿por qué eligió morir así? Después de todo, puerta A o puerta B daban al mismo final. Al mirar la imagen pude notar que la vida, las elecciones que hacemos en la vida, son como esa escena, elegir entre una cosa u otra es como dar un salto ¿salto de fe? ¿fue un salto de fe lo que hizo el hombre de la foto?

En la vida, en lo cotidiano y ordinario, se vive a saltos, vivimos lanzándonos desde lo alto de un edificio, a veces se cae, a veces podemos volar; a veces ni siquiera saltamos y preferimos quedarnos con la duda que se enciende y la pasión que nos quema; tal cual como se hubiera quemado ese hombre mientras su mundo se caía a pedazos.

Vuelvo a mirar la foto, ésta vez ya cansada y veo que el hombre es algo pelado, no puedo ver si es gordo o flaco, pero noto que el hombre saltó, aun sabiendo que era su fin, pero con la esperanza de que quizás, dónde cayera, su cuerpo fuera recibido por algo que le permitiera seguir viviendo; algo poco probable, pero que tenía un pequeño porcentaje de que sucediera, tenía la esperanza.

La vida es así, damos saltos de fe, con la esperanza de que se cumplan nuestros sueños. Damos saltos con la esperanza de que la caída de nuestro impacto, aunque ya sepamos que vamos a caer bien feo, sea blanda y de la cual nos podamos levantar rápido. A veces no saltamos, por miedo o por la falta de creer en nuestros sueños. Pero cuando no saltamos nos quemamos, nos carcome la duda, el pensamiento nos aplasta y al final el anhelo se escurre, de nuestro ser o de lo que llenaba parte de él.

Ahora, me queda la duda: el hombre al caer ¿vio cómo su cara se acercaba a la acera? O ¿llegó a su final a ojos cerrados? Sin duda lo que vimos de él, fue su último vuelo.

El hombre que cae

«Por Rebeca Ravanal»

cronica_fallingman_foto03La mañana del 11 de septiembre del 2001 dos hombres en diferentes lugares de la ciudad de Nueva york, se levantaron para lo que sería una típica jornada de trabajo, deben haber tomado desayuno, lavarse los dientes y salir por la misma puerta que se cerraba detrás de ellos cada vez que partían a trabajar. Estos hombres no se conocían y jamás lo harán.

Comenzaba a salir el sol la mañana del 11 de septiembre estos hombres recorrían las calles de Nueva York camino a su  trabajo. Uno de ellos un anónimo hombre se dirigía a trabajar en uno de los lugares más emblemáticos y característicos de la ciudad, el World Trade Center, y el otro, un reconocido fotógrafo y periodista llamado Richard Drew de la agencia de noticias Associated Press, se dirigía a fotografiar un desfile de modas de ropa de maternidad, algo diferente, ya que las modelos que participaban realmente estaban embarazadas. Así comenzaba cada uno con sus actividades del día, cuando de un momento otro aquella mañana daría un giro de 360 grados, ya que ambos serían participe de un hecho que marcaría la historia del mundo uno como mártir y el otro en el registro para las siguientes generaciones.

Eran alrededor de las 8:45am cuando en el cielo se siente un estruendo muy fuerte, las personas que lo oyeron, comienzan a buscar rápidamente con su mirada de dónde provenía, al encontrar el lugar con sus vistas muchos desearon no haberlo hecho ya que fueron testigos de la peor tragedia terrorista de los últimos tiempos. Una de las torres del World Trade Center había sido impactada por un avión y dentro del caos que ese hecho originó, 18 minutos después la segunda torre fue impactada, Ante los ojos de muchos el caos y la tragedia se originó; el lugar de trabajo de aquel hombre estaba en completa destrucción donde solo se le presentaba una opción por delante la muerte. Mientras que por otro lado el fotógrafo al enterarse de casualidad de lo ocurrido, salió de inmediato, ni siquiera lo dudó, hasta que llegó al lugar y fue testigo del caos, como hombre no podía hacer nada ante lo ocurrido, solo tenía consigo su cámara fotográfica y no lo pensó dos veces , comenzó a tomar registro de algo quizás mucho peor que ver atravesar un avión por dentro de un edificio, sino que es ver como un ser humano, quiero decir, no uno si no varios, se entregaban voluntariamente al único camino que les presentaba la vida en ese momento, que era la muerte.

Al momento de revelar las fotografías que se utilizarían para la publicación del periódico al día siguiente, de las muchas tomadas había una diferente caracterizadas por sus ángulos perfectos y un hombre cayendo en una posición diferente que lograba una simetría perfecta con las dos torres del World Trade Center; era una fotografía que captó uno de los últimos segundos de la vida de esa persona anónima que hacía referencia al principio, aquel hombre que se levantó en la mañana a lo que sería una jornada más de trabajo y que su vida de un momento a otro estaba terminando y siendo registrada en una foto que al ser publicada en el periódico al día siguiente, daría la vuelta al mundo.

Quizás Richard Drew quien tomó aquella fotografía ni nosotros que la vimos nunca sabremos quién es el hombre de la foto, solo sabemos que existió y que fue parte de este mundo y fuimos testigo de cómo él tomó voluntariamente  la única opción que le dejaba la vida y la aceptó.

¿El hombre realmente cae?

«Por Joaquín Roa»

“Si no estuviese cayendo, bien podría estar volando. Parece relajado, precipitándose por los aires. Parece cómodo en garras del inimaginable movimiento. No parece intimidado por la succión divina de la gravedad o por lo que lecronica_fallingman_foto04 espera más abajo”

Tal como lo expresa Tom Junod en su crónica, puede ser que simplemente este hombre se esté liberando, subiendo, tratando de eliminar esa desesperación nata que tienes cuando sabes la hora de tu propia muerte. Y eso es algo terrible. Como él muchos más que saltaron al vacío, pero no tuvieron la desdicha –o suerte– de salir en una foto que dio la vuelta al mundo. Todos ellos son y serán el hombre que cae, presos de la lucha de poder, con la inocencia de no saber qué realmente pasó ese 11 de Septiembre, ¿terrorismo?, ¿estrategia para invadir un país?, ¿complot del gobierno?. Ninguno de estos hombres que cae pudo saber realmente –ni tampoco nosotros– y sus familias, al menos las que no pudieron encontrar a sus seres queridos, siguen con la duda de qué pasó realmente con ellos, con los que cayeron, con los que se perdieron, y también dudando de lo que sucedió ese día, desconociendo las causas de aquella tragedia que hizo caer no sólo a los hombres, sino a la sociedad americana y occidental.

Hace ya 13 años de aquel hecho que de alguna u otra forma marcó un cambio en el pensamiento colectivo, dejó un miedo que hasta el día de hoy se mantiene. En este tiempo lo hemos vivido en Chile, ese miedo al terrorismo, a los llamados “bombazos”, es tanto así que hemos llegado a desconfiar de la persona que camina a nuestro lado sólo por el hecho de llevar una mochila abultada o un maletín muy grande. Y lo mismo pasa con las instituciones. Echar a una persona de un transporte público como el metro sólo por llevar un bolso en dónde va su cámara para grabar un encuentro de músicos callejeros, eso es la consecuencia del miedo que nos dejó el 11 de Septiembre –no el chileno, el yanqui–.

En definitiva no sólo el hombre que cae se perdió en el abismo, ya que con el pasar de los años se ha demostrado que también se fue perdiendo nuestra confianza y el sentido común.

Identidad perdida

«Por Javiera García»

“En la foto está congelado. En su vida fuera del encuadre está cayendo y seguirá cayendo hasta desaparecer. El fotógrafo no es ajeno a la historia”

“El hombre que cae”, es la obra de Richard Drew, de profesión fotógrafo, fue quién pasó por el momento y lugar preciso para marcar un antes y después;  y sobretodo un recuerdo para la memoria histórica de lo que fue el 9/11. Esta escena, un poco tétrica y sombría, por el contexto en el que si sitúa, es todo un misterio.

cronica_fallingman_foto06Una de las mayores interrogantes es sobre la identidad del sujeto que se ve cayendo en las fotos, no sabe su nombre, su edad, de dónde viene, ni si quiera lo que vestía exactamente; sólo existe especulaciones en torno a su figura. Su cuerpo estaba reducido  al anonimato, sólo hasta el momento en que capturaron ese segundo de vida que se desperdiciaba en su descenso; su identidad sigue en la incertidumbre, y lo seguirá siendo hasta el futuro.  Pero si fue o no un hombre de poder,  da igual; lo que hizo o no antes de ese salto queda disminuido a la nada;  si vivió una vida feliz o si ésta estaba llena de desgracias ya no importaba, porque desde el momento en que dio ese gran salto, dejo todo su pasado, su nombre, su edad, su etnia, toda su identidad, reducida a  un ícono de una tragedia, y a algo tan sencillo y quizás insignificante (si no fuera por la imagen que lo acompaña) como “el hombre que cae”.

¿Suicidio colectivo o el último deseo?

«Por Josefina Ordoñez»

A través de diversas investigaciones y análisis de las fotografías de distintos expertos y no tan expertos, se ha llegado a diversas conclusiones. Como por ejemplo que los hombres se lanzaban para tener un último respiro, después del colapso de las torres, la gente sólo tenía dos opciones morir ahogada y asfixiada por el humo que consumía esos bloques de cemento que parecían rascacielos.  O su siguiente opción era saltar sin analizar la situación para tomar el último respiro antes de su obvia muerte. Sin pensarlo dos veces, los que saltaron decidieron darle un giro a su destino, y disfrutar por última vez el aire y viento neoyorquino. A pesar de todas sus conclusiones, yo percibo esta situación de una manera más positiva, decidieron saltar para no sufrir tantos instantes previos a su muerte, si no que en el momento de saltar sólo se atormentarían con sus pensamientos y con el aire que golpearía sus mejillas. Al momento del descenso final no sentirán nada con el impacto rápido. Cada vez que comienzo a pensar en esa terrible tragedia, no puedo evitar pensar en la sensación que tuvieron las personas que estaban en el edificio al sentir el primer choque del avión impactar contra sus oficinas, los gritos y llamadas que nunca fueron atendidas. La pena que sintieron sus familiares al enterarse de que nunca más podrían volver a ver los rostros de sus seres queridos por la mañana…los gritos que dejaron sin aliento a New York el 11 de septiembre el 2001.

El conflicto ético y moral detrás de una fotografía

«Por Catalina Salazar»

Tras analizar la lectura sobre la fotografía me di cuenta que una buena crónica, una en la cual las emociones se proyecten a través del papel, en la cual los lectores se trasladen a un momento y lugar determinado, es tan poderosa que puede cumplir el objetivo de las propagandas, influir en el mundo de las ideas de sus lectores, y para mí, esta fotografía y crónica cumplen con lo necesario para ser catalogadas de bien hechas.

“Richard Drew hizo lo siguiente: insertó el disco de su cámara digital en su laptop y reconoció al instante lo que sólo su cámara había visto, algo icónico en el prolongado aniquilamiento de un hombre que cae. No tuvo que ver ninguna otra fotografía de la secuencia: no era necesario. «En la edición de fotos aprendes a buscar el encuadre», explica. «Tienes que reconocerlo. Esa foto saltaba de la pantalla sencillamente por su verticalidad y simetría. Tenía sencillamente esa apariencia»”.

 Me impresionó el nivel de frialdad con la cual se refiere el periodista y el fotógrafo con respecto a la imagen. Pero no me extrañaba, pues el fotógrafo en su intento de buscar la identidad del hombre al cual había fotografiado fue visitando a varias familias, con la idea de que pudieran reconocerlo en la foto, o sea, para cumplir con una misión de trabajo olvidó completamente como podían sentirse esas familias al ver tan fuerte imagen, de hecho ni siquiera pudo respetar el luto, pues fue tan audaz de interrumpir en el velorio de uno de los hombres, un velorio en donde lo llorado no era más que una parte del cuerpo de la persona, una parte del cuerpo y su esencia, su dignidad, su honor, pero para el fotógrafo eso no era importante, imprudentemente se acercó a una familiar mostrándole la foto, teniendo como respuesta un lárguese y una insolencia, y bien ganada, cómo se le pudo pasar por la cabeza corromper tan sagrado momento para los religiosos, como pudo pensar que ella iba a querer ver a su padre en tal trágico momento, muriendo, literalmente muriendo, sin importar si estaba en un estado de paz, como muchos decían, o si estaba rogándole a dios que esto acabara pronto.

La fotografía de la cual hablo es la de un hombre llamado Jonathan, o sea, esa es la hipótesis más aceptada, el cual “saltó” de la torre norte en medio del caos tras los ataques terroristas, este hombre tenía  un trabajo en un restaurant en un piso bastante alto, además tenía una familia y gente que lo amaba, probablemente era un padre y sostenía un hogar. Pero para el fotógrafo no fue más que trabajo, un objeto sin vida, una cosa.

Citando al creador de la crónica que estudié, Tom Junod: “La mayoría de periódicos estadounidenses publicó la fotografía que Richard Drew tomó del hombre que cae una sola vez. Diarios de todo el país, desde el Fort Worth Star-Telegram hasta el Memphis Commercial Appeal y The Denver Post, fueron forzados a defenderse contra los cargos que se les imputaba por explotar la muerte de un hombre”. Esto hace pensar que tan valiosa e importante es la vida y memoria de un ser humano, su dignidad y privacidad, al parecer es equivalente a cierta cantidad de dinero, fama y prestigio, pero ¿es eso correcto?, definitivamente depende de la moral de cada uno, pues si para ti el valor primordial es la vida humana y el amor nunca hubieras siquiera pensado en sacar esa fotografía, algunos podrán decir que es profesionalismo, pero la verdad que ante mis ojos, no fue lo correcto. Estamos en un mundo donde olvidamos las cosas importantes de la vida, nadie es feliz por el dinero, o la fama, vemos diariamente en los medios muertes de famosos, por suicidio, preguntándonos como pueden siquiera pensar en morir si ellos “lo tienen todo”, pues obviamente no es así.  Supongo en parte que mi opinión esta ligada a lo que leí en la crónica de Tom, por los testimonios que leí ahí, esa falta de emoción que mostraban los medios de comunicación y sus trabajadores, esa pasión por el morbo, la idea de vender y hacer noticia pasando a llevar a otros seres humanos.

Cuántas veces hemos visto que las mejores fotografías son aquellas en las cuales se ve al ser humano en su punto crítico, niños muriendo, guerras, masacres, suicidio. Pues mi  posición y reflexión tras esta crónica es definitivamente que como periodista jamás pondré mi trabajo antes de la dignidad humana, así mismo respeto y respetaré los valores que llevan a ciertos profesionales a romper la línea del profesionalismo ante la vida humana, pues tal como Richard Drew hizo, algunas de estas historias en fotografía o escritas pueden abrirnos los ojos a mas de una persona.

Video: 9/11 The Falling Man es una película documental de 2006 acerca de la imagen y la historia detrás de él. Fue hecho por el cineasta estadounidense Henry Singer y filmada por Richard Numeroff,

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