Adopción canina: “Ellos reconocen tu ayuda”

Por: Camila Huecho

Es un sábado cualquiera de abril. Las tardes están más heladas últimamente. Son las seis de la tarde y aunque el sol aun no baja completamente, corren brisas heladas que entumecen las manos en los bolsillos y mantienen a los transeúntes caminando a zancadas largas para llegar a la casa temprano. Sin embargo, ni el peatón más apurado en todo el centro de Temuco se puede resistir a aquella curiosa aparición, a ese prodigio fáunico en medio de calles de concreto: a las decenas de ojitos oscuros, colas danzantes y patitas inquietas que se les cruzan sorpresivamente justo allí, en calle Bulnes con Portales, en la jornada de adopción de Canes y Felinos Temuco.

voluntarios2016_este

Es fácil ubicarlos: el toldo naranjo chillón y las camisetas verdes de la agrupación se ven a una cuadra de distancia. Los voluntarios van conversando con la gente, se ríen, se codean, mientras abrazan cajas con mininos tan pequeños que les caben en la palma de la mano, y sujetan una, dos, tres correas a la vez, con perros que se corretean entre las piernas de los cuidadores. La gente se acerca a acariciar a los animalitos. Mucha gente se asoma a la mesa de inscripción atraída por este repentino vórtice de ternura, tironeada por la curiosidad de los niños que llevan de las manos, pero la verdad es que de jornadas como estas, son varios los canes que abandonan la sombra del toldo naranjo en brazos de un nuevo y responsable dueño.

El sistema es bastante simple: Canes y Felinos Temuco es una ONG, una corporación sin fines de lucro que se dedica a rescatar canes del abandono y del sufrimiento, curarlo (dentro de lo posible), y darlo en adopción. Organizan variadas actividades, incluidas las jornadas de adopción (las más populares) que cada sábado detienen a innumerables peatones y congregan a una cantidad considerable de ‘futuros dueños’, quienes adquieren a su can en el mesón de inscripción después de entregar ciertos datos personales y de relevancia: fácil, bonito y barato (en realidad, gratis, vamos).

Esta es la ONG que, además de transformarse en una red de apoyo para cientos de canes abandonados y/o heridos, consigue que la empatía por el animal se convierta además en una conciencia social y en una responsabilidad real.

“Acá lo que hacemos no es solo dar en adopción, nosotros también educamos. Sobre esterilización, enseñamos sobre tenencia responsable de mascotas, les explicamos por qué damos en adopción y no regalamos, simplemente.”, dice Carolina Oñate, secretaria de la ONG, de quien ciertamente estuve esperando audiencia varios minutos junto a sus canes, mientras ella generaba conversación con más personas sobre este tipo de diferencias, “Si yo me pillo un perro en la calle y no puedo tenerlo, lo regalo; pero se lo regalo a quien primero me lo pida. Eso es regalar. Nada me asegura que esa persona tiene las condiciones para tener a ese canino. Al dar en adopción, yo filtro a las personas, les pido condiciones para asegurar el bienestar del animal que entrego.”

Canes y Felinos Temuco solo pide dos condiciones: ser mayor de 21 años y abonar una reducida suma de dinero para esterilización, de la cual ellos se encargan antes o después del momento de la adopción, pero el proceso sigue siendo pagado indirectamente por quien adopta. Un par de preguntas formales sobre la situación particular del adoptante, es que se concreta un conocimiento adecuado y una entrega comprometida

Esta clase de iniciativas tienen una repercusión enorme y paradójicamente anónima.La fanpage de la ONG está llena de gente miembro y no miembro, doglover y no doglover,que a través de espacios como estos es capaz de tomar la iniciativa y de formar parte de esta red de ayuda y responsabilidad. La gente que empatiza con este tipo de causas o con las problemáticas caninas no siempre encontrará el espacio para expresar el malestar o proponer soluciones, o aún más allá, no es capaz de proponerlo. Es así como estas iniciativas nacen para provocar las otras, “iniciativas ocultas”: la fanpage de Canes y Felinos Temuco está increíblemente repleta de gente que, buscando, pidiendo, ofreciendo ayuda, crea una telaraña de voluntariado implícito que a veces ni Carolina logra fiscalizar. La solidaridad nace sola, pero son espacios como estos los que la hacen germinar.

Patricio Padilla conoce también esta faceta social de la empatía fáunica. Él trabaja en la Universidad de La Frontera en IPER como Coordinador de Investigaciones, pero detrás de cámaras es parte de Canes y Felinos Temuco como asesor. Él insiste en entender el caso del  abandono animal y su posterior solución como problema y dinámica social: “La gente toma este afán por la adopción como una cosa de gente de país rico. Como un hobbie”, sin embargo, es más que eso. Los perros callejeros se expanden por los centros urbanos si no hay control de su reproducción, y participan como transmisores de enfermedades si como grupo ciudadano no nos preocupamos de ellos. El problema es compartido, la solución es necesaria, y el beneficio es mutuo.

La responsabilidad por la fauna urbana es tema como cualquier otro, pero se lo ha remitido al mero hecho de ‘tener mascota’. Ser dueño de un can significa no solo que tienes un perro, un juguete, una compañía: significa que eres parte de ese cuadro social que se hace responsable de otro ser vivo. Y que con esto, provocas beneficio para el perro tanto como te lo provocas a ti mismo.

Carolina jala suavemente de una de las correas de una de las voluntarias, evitando que uno de los canes jóvenes se acerque demasiado a la calle. El perro, de pocos años, se devuelve y se estrecha contra ella. Carolina suspira. “Es esto quizá el por qué la gente prefiere y quiere tanto a los perros”, comenta, “Son fieles. Son agradecidos. La gente normalmente prefiere adoptar o comprar cachorros, que se les hacen más lindos. Pero no tienen idea del amor que un perro adulto y rescatado puede brindar”. Carolina argumenta que los perros, al igual que cualquiera de nosotros, tienen memoria y vive de experiencias. Un perro que ha sido abandonado, rescatado, y amado tras un trauma, genera un vínculo mucho más fuerte, un lazo de reconocimiento y agradecimiento con su dueño. Se construye una verdadera relación afectiva, un acto de reciprocidad. “Ellos saben de dónde vienen”, afirma con seguridad Carolina, “Ellos reconocen tu ayuda”.

Comentarios