172: Una historia familiar

«Por Alex Cárdenas-Venegas»

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Es domingo, está nublado. Las calles que encierran a la Feria Pinto de Temuco se muestran desoladas, en contraposición a los típicos y bulliciosos días de la semana y sobre todo a la ajetreada semana santa recién pasada que le tocó vivir como cada año a Freddy Morales (52), actual administrador de la pescadería de su familia ubicada en el bandejón 1.

Pocas veces Freddy trabaja el último día de la semana, sólo cuando el dinero con que mantiene a su familia —conformada por su hermana Gloria Morales (54), su cuñado y su sobrina Daniela (26)—, escasea demasiado, cuenta en el patio de la casa que comparten y que está ubicada en el sector Pueblo Nuevo de la capital regional. Este no es uno de esos domingos, la semana santa dejó buenas ganancias. “Es en semana santa y en invierno principalmente donde se gana más vendiendo pescados y mariscos”, comenta con relajo.

La historia de la pescadería que administra y que se encuentra en el local 172, se remonta a varias décadas atrás, específicamente al año 1970, cuando su madre luchó para conseguir un lugar en la feria, y sustentarlo a él y sus hermanos ante la ausencia del padre. Su mamá consiguió el puesto ese mismo año a través de ayudas municipales de la época, relata entre pausas, intentando recordar. Es su hermana, Gloria, presente en el momento que conversamos quien le ayuda a hacer memoria. “Se juntaron varios amigos y empezaron a buscar formas para hablar con el alcalde de esos años para conseguir los puestos, que en esa época se armaban y se desarmaban en la feria, así fue como lo consiguió mi mamá, que lo empezó a trabajar sola y luego con otra señora que sólo estuvo un tiempo”, añade con entusiasmo, Gloria.

Olga Paz Aravena, dueña del puesto que hoy maneja su hijo, murió en 2003. Luego de más de tres décadas de arduo trabajo en la pescadería. “Trabajó hasta los 71 años, luego enfermó y comenzó a sufrir de alzhéimer, así que ya no pudo seguir”, recuerda Freddy.

Durante los años que Olga trabajó la pescadería fue ayudada, en las diferentes labores que conlleva la comercialización de productos del mar por cada uno de sus hijos. “Yo la ayudé a atender, ella por lo general se encargaba de limpiar los pescados y de la caja. Debo haber empezado a ir al puesto como a los dieciocho años hasta que me casé, ahí después no fui más, eso fue como a los veintisiete”, cuenta Gloria.

Freddy, por su lado, lleva 27 años trabajando en la pescadería, en un comienzo ayudando a su madre y actualmente en solitario, tres días a la semana, de jueves a sábado. Esos días su jornada laboral empieza con exactitud a las seis de la mañana, hora en que ya se encuentra en la feria, listo para recibir la mercadería que llega principalmente de Puerto Montt, y en la cual se encuentran mariscos como choros y almejas y la apetecida merluza, como él mismo indica. La única excepción es la sierra, pescado que llega desde Mehuín, señala enseguida.

Freddy no siempre trabajó solo luego del fallecimiento de su madre. Su hermana mayor, Gladys Morales estaba en el puesto con él. Lo trabajaban juntos. “Mi tía Gladys era muy buena fileteando los pescados, limpiándolos y también en la atención al público, tenía varios amigos, conocidos de años, porque a lo igual que mi tío, su experiencia en la pescadería comenzó con la ayuda que le prestó a mi abuela desde joven”, detalla Daniela.

Daniela, es la hija de Gloria y es la mayor de dos sobrinas que tiene Freddy, la única que vive con él. En nuestra conversación, él la señala como su regalona y advierte que tampoco ha estado ausente del paso de cada uno de los integrantes de la familia en la mantención del puesto en la feria. Ella misma relata que cuando era niña, su mamá la llevaba al puesto porque no tenía con quien dejarla en casa, en tiempos en que tanto su tío Freddy y su tía Gladys, por diferentes motivos, no se encontraban en Temuco. “Yo la llevaba al puesto y la mantenía en un cajoncito, bien tapadita. Estoy hablando de más de veinte años atrás, cuando era guagüita y yo era la única que estaba con mi mamá atendiendo el local”, indica Gloria, quien hoy sólo se dedica a labores domésticas en el hogar producto de una úlcera varicosa que le afecta una de sus piernas y le impide caminar con normalidad.

Como Gloria, su hermana Gladys también sufrió úlceras varicosas, que son heridas crónicas que se producen en las piernas y tardan mucho en cicatrizar o simplemente no lo hacen, provocando gran dolor e impidiendo caminar y vivir con normalidad, explica Freddy. Gladys también sufrió otras afecciones que mermaron su salud con rapidez y que le imposibilitaron de hacer el trabajo en la pescadería que tanto le gustaba. “La Gladys sufrió harto por eso, de pronto ya no pudo trabajar, se quedó en la pura casa y apenas se movía, entró en depresión y se agravó con rapidez producto de sus otras enfermedades”, agrega emocionado. Gladys Morales falleció a fines de 2011.

La historia familiar de los Morales ha estado marcada por pérdidas y el esfuerzo continuo por parte de cada uno de los miembros de la familia por mantenerse económicamente bien a través de la pescadería, su principal fuente de ingresos.

“Hay días que me gusta y días que no”, manifiesta Freddy respecto a su trabajo. Lleva casi tres décadas trabajando en lo mismo y levantándose de madrugada para tener a los clientes los productos marítimos más frescos. “Es cierto que a veces hay peleas en la feria, uno las ve, incluso entre locatarios, eso igual es desgastante, aunque no es muy seguido, porque igual con la remodelación que ha sufrido la Feria Pinto los últimos años las cosas han mejorado mucho”, agrega. Es que ahora hay más presencia de carabineros e inspectores municipales que se encargan de mantener todo en orden, confiesa.

Clientes no le faltan, tampoco sus ya respectivos caseros, quienes acuden constantemente a comprarle. Lo conocen desde hace años. “Desde que era joven porque son años los que llevo en esto, conocieron a mi mamá, a mis hermanas, entonces saben que vendo productos frescos”, precisa Freddy. Y es posible constatarlo si se le pregunta a alguno de sus compradores durante los días que trabaja. Hilda Guerra (64), es una las clientas que le compran con frecuencia. “Es el único en quien confío, es que he tenido malas experiencias comprando pescados en otras partes, me han salido en mal estado, así que compro aquí y me voy a la segura porque son años y siempre todo fresco, una se da cuenta al tiro de eso”, relata en una de las vueltas que doy en la semana al puesto.

Freddy prefiere trabajar pocos días y comprar buena mercadería para posteriormente ofrecer a la gente, así se preocupa de que todos los productos siempre estén en buen estado, además que los días que está en el puesto trabajando son los de mayor afluencia de público, comenta una vez que ingresamos al comedor de su casa mientras atardece.

Es domingo, y antes que se vuelva más tarde, Freddy autoriza a Daniela para ir a la feria y hacer conmigo un recorrido por el interior de esta, que se encuentra cerrada y vacía cuando llegamos. Uno de sus tantos conocidos, “el rusio”, quien se encuentra allí realizando labores de limpieza y cuidado nos permite entrar. Conoce a la sobrina de Freddy, quien de vez en cuando también va al puesto, pero a buscar productos para cocinar. El local 172, propiedad de la familia Morales, así como los demás que se encuentran a su costado tienen sus cortinas metálicas cerradas, lo mismo ocurre con las cafeterías y cocinerías que están enfrente. Locales en los que Freddy tiene amigos y también bebe café los días que trabaja.

Es domingo y el cielo nublado se vuelve más oscuro mientras recorro los puestos cerrados y Daniela habla del esfuerzo de su familia, de su tío y de una y otra anécdota que recuerda mientras camina por los pasillos sin gente de una feria que a tantos da trabajo y a muchos otros les ofrece los más diversos productos para su consumo.

Luego de terminar el recorrido y antes de despedirme de la sobrina de Freddy frente a la estación de ferrocarriles que está a pasos de la Feria Pinto, recuerdo uno de los comentarios que él me hizo antes de salir de su casa: “La Feria Pinto es una de las más bonitas de Chile para mí”. Su comentario me queda dando largo rato vuelta en la cabeza y es que mientras hablaba con tanta emoción de la historia de su familia entorno a la pescadería, es difícil no creerlo.

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