Cómo llegué a ser guía de turismo escolar sin darme cuenta

«Por Catalina Hernández»

Era temprano, de hecho aún no sonaba la sirena de las doce. Todos en la sala concentrados en actividades diferentes, yo por mi parte miraba el celular, quedan veinte minutos para salir, diecinueve, dieciocho…

La Cami (con la cara muy seria, digna de la ex polémica conductora del matinal local) se sentó atrás, llegó tarde por eso hizo el menor ruido y pasó lo más desapercibida posible, aunque cuando uno llega tarde, debería hacer escándalo o hacerse notar, así después no dicen que te haces el loco y no te importa, por último dejar caer un lápiz y romper el hielo que crea el silencio de interrumpir una clase.

Siento vibrar la mesa, miro a la derecha y es mi teléfono el que tiene espasmos epilépticos a un lado dela hoja suelta que tiene rayados unos que otros autores y apuntes. Un mensaje casi subliminal llega, Cata, cinco días en Bariloche, all inclusive y además te pagan.  Me di la vuelta casi en ciento ochenta grados porque ya no confiaba en la mensajería instantánea, quería escuchar directamente el tono de aquella interesante invitación.

– ¿En serio y de qué se trata?

– cinco días, una gira de estudios, la mayoría son de tercero medio igual un poco difícil, pero nada, lo vale.

– ¿Lo vale?

– Sí obvio. Trust me.

Vuelvo a girarme, más que nada para pensar un poco y darle vueltas al asunto,  cuando aparece una voz en mi cabeza donde se escucha claramente, anda, qué estay pensando tanto. Las palabras aparecen sin antes tener una revisión mental previa

– OK, ¿qué tengo que hacer?

Llegar a la oficina con la mejor cara

Yo he estado aquí antes, de hecho he estado de fiesta en este lugar, un bar bien hippie, a veces hay tributos a the beatles o the cure, se llena de universitarios con ganas de refrescar sus atareados días con una cerveza y buena música. Nunca pensé que ese callejón que parece un antro de flacos con pelo largo podía tener escondida una empresa de turismo.

Una puerta de madera sin pintar, como madera pura. Al lado, muchos botones, uno me llama la atención, tiene un sticker antiguo del logo Turismo Escolar, ahí es donde voy.

Se escucha una voz detrás del citófono

– Adelante, pase.

Después de pasar esta escalera caracol voy a ver lo que -si los dioses del olimpo se manifiestan- será mi nuevo trabajo. Tapo a la Cami con preguntas rápidas para que no se me escape nada importante que decir.

Entro, saludo siempre entre asustada y expectante

– Bueno, supongo que Camila te explicó de qué se trata el trabajo

– Sí, algo me explicó (respondo con el tono más incierto que tengo y con una mirada que decía por favor explícame mejor)

– ¿Has trabajado con grupos grandes?

– Eh, bueno he tenido electivos.

¿Cómo  respondí eso?, he tenido electivos, es peor que decir que no, mi cara cambió, ya no era de ansiedad, solo pensaba en lo vagas que fueron mis respuestas y por qué a la Cami no se le ocurrió advertirme antes del viaje, aunque sea unos días antes. Mis pensamientos van de allá para acá, cuando de golpe son interrumpidos por una decidida voz  (mi jefe, arriesgado y buena onda jefe)

– Partes a las 23.00 horas

Resulta que soy coordinadora de viajes de estudio, tengo que preocuparme de que todo funcione a la perfección, desde los trámites de aduana hasta que hayan desayunado antes de las nueve  los treinta y tantos (número que debía conocer y almacenar en mi distraída cabeza). Ahora tengo que llegar y armar una maleta, leer el programa y acudir a mi siempre fiel amigo Google y su partner Google Street View para conocer -por último por fotos- los lugares que todo el mundo piensa que conozco, obviamente no puedo revelarles el pequeño y discreto detalle que nunca antes he pisado esa parte de la Patagonia. funny story

Todo tiene interrogantes en este minuto, ¿me prestarán atención?, ¿y si cometo un error?, mejor no, voy a cancelar, es una pega, hay más y en mi mismo país, puedo dejar la embarrá. Bueno lo hago no más, y si algo sale mal, ellos me contrataron sabiendo los riesgos que corrían, que claramente eran varios, considerando que no conocía Bariloche, donde tenía que ser guía por cinco días completos, day and night. y solo pienso OH MY GOD IM SO SCARED. Dentro de todo  un susto entretenido.

Voy con el estómago apretado, tengo todavía casi dos horas para llegar a Puerto Montt y recoger a los extasiados y fiesteros estudiantes. Leo y releo el programa con las actividades, ensayo mentalmente cómo será mi presentación, me tomo el pelo, me suelto el pelo. Nadie habla, el conductor toma el volante muy firme, como si se le fuera a caer, su copiloto cabecea cada un minuto e intenta hablar y articular sonidos que podían llamarse frases, supongo que para que el -muy, muy concentrado- conductor no se duerma.

Presentarme y partir.

Estoy tan cerca que puedo ver esos redondos y abiertos ojos que siguen cada movimiento que hace el bus, los mismos  que están brillando porque se acaban de abrir las puertas, me imagino al presentador más psicodélico y extrovertido que exista diciendo con todos los cambios de tonos posibles: show time!

Todos me miran, cual Gloria Trevi, ahora es cuando me presento e intento que los padres cambien ese rostro de really, ¿tú con tu metro cincuenta y tantos, irás a cargo de mi hijo, que por cierto, dobla tu tamaño?

–  Primero que todo agradecerles por depositar su confianza en nuestra empresa,  y además informarles que podrán seguir cada actividad que hagan sus hijos por medio de nuestro Facebook. Ay, qué moderno, pienso mientras el bus comienza a moverse. Gente despidiéndose a lo lejos, ya no se distinguen las caras, pero sí se ven las manos saludando, igual que la Reina en su máxima expresión.

Los parlantes del bus y su coro Barilo, Barilo van a estallar en cualquier momento, hace calor, los alumnos tienen las mejillas rosadas, no sé si por la temperatura o es el efecto de algún brebaje que seguramente tomaron antes de subir. Se ven entretenidos, preparados para disfrutar al máximo su gira, después de todo, salieron recién de la – segun yo sobrevalorada- prueba de selección académica, la temible PSU. 

Estamos en la aduana chilena, primera prueba de fuego para mi, hasta el momento, buen primer día de trabajo.

Lo primero es lo primero, bajo los papeles de la tripulación, siento que tengo cara de asustada, por suerte, no es tan difícil, diferente a salir del país solo con la responsabilidad de volver vivo, ahora aparezco en el registro chileno que salí a cargo de más de veinticinco menores de edad. no quiero seguir pensando en eso, trato de apurar los trámites.

– Chicos, hagan una fila y ordenados pasa cada uno por la casilla, cuando terminen me devuelven sus documentos.  Me hacen caso, bien.

Volvemos al bus, ya son las siete de la mañana, el ánimo de party bus se apagó un poco, el reggaetón desapareció hace ya unas horas, incluso suena despacio en la radio una canción de Weezer, la más lenta y guitarreada. La mitad duerme y la otra mitad conversan a un volumen moderado para la mañana, me da la impresión que no será para nada difícil controlarlos, de hecho no había pensado hasta ahora sobre el miedo que tenía unas horas antes.

Voy mirando a los apoderados, intentando captar si son problemáticos o no, porque uno de los consejos que más me recalcaron fue llevarme bien con ellos, si ellos están felices, todos lo estamos, sobre todo my boss. Son tres y la profe, tienen todos alrededor de cuarenta o menos -calculo-  sus caras son tan indescifrables que me acerco en la más buena onda a conversar. Creo que fue un error, tenía que haberme quedado en mi asiento, si tengo cinco días para conocerlos, bueno ya estoy aquí, siendo interrogada. Quieren saber todo, cada detalle, cada montaña, cada ruta y a mí no me queda más que aplicar el siempre útil consejo del abuelito de un amigo, si no lo sabe, lo inventa.

En la aduana argentina todo es más fácil, el mismo proceso, pasamos más que rápido. Hola, estamos en territorio argentino y mejor aún, sin ninguna catástrofe como las que me había imaginado antes, me siento feliz y un poco realizada, necesito que alguien urgente me dé palmaditas de éxito en la espalda, wait, quedan 4 días  y unas cuantas horas aún. take it easy Catalina.

Walking tour

Estoy en la habitación del hotel, observo, pienso, disfruto. Todo es nuevo, muy rápido, órdenes, algunas instrucciones y ya quedan quince minutos para salir al temido, pero ahora superable walking tour, una caminata por los lugares emblemáticos de Bariloche. Siempre siguiendo las útiles recomendaciones del recepcionista sigo la cuadra principal para llegar al Centro Cívico, la imagen  más cliché de la cuna del buen chocolate, y utilizando el concepto cliché en el más halagador de los sentidos, si alguna vez te nombraron Bariloche e imaginaste instantáneamente  perros San Bernardo con un barril/botiquín colgando del cuello, imaginaste bien. Los perros de -casi  mi porte – gran tamaño son la insignia en cuanto a turismo en la ciudad se refiere.

– una foto aquí y seguiremos recorriendo, bordeando la costanera. no sé dónde iremos a parar si sigo caminando hacia direcciones improvisadas

Después de recorrer, preguntar, fotografiar puedo decir, felizmente que sobreviví al walking tour, aunque estoy segura que la mitad de las respuestas turísticas que entregué no tienen absolutamente ninguna base que las sustente, da igual.

– Bueno chicos, su coordinadora será la primera para ejemplificar

– ¿qué?

Estoy dando vueltas en una moto a la que no me había subido nunca y me dicen que les enseñe. Había olvidado que para ellos yo ya estuve aquí. El acelerador suena, me muevo. Please please God save me. Los días han pasado más que rápido, 4 largos, entretenidos y agotadores días, que fueron desde subir en un andarivel a la punta del cerro Campanario (sí, ahora me sé los nombres), hasta bailar en una disco-piscina, que más que piscina podría ser the biggest sauna nunca antes visto.

Todos tienen cara de cansancio, se les nota lo movido que han estado los días, supongo que yo tengola misma cara así que no les proporciono ningún comentario, miro sus maletas, que si antes venían llenas ahora se van dulcemente envueltas en cajas y cajas chocolate, blanco, relleno, de menta, de fresas y quizás qué otras variedades,  yo también llevo.

– ¿Estamos todos?, uno, dos, tres…

Algunos van mirando el centenar de fotos y videos recaudados, otros duermen tan plácidamente que ni la música quisieron poner, los apoderados entregan los documentos, requisados por miedo a la pérdida innata de responsabilidad que tendrían llegando a Argentina y yo, pienso que

quedan pocas horas para respirar de nuevo el -no tan- puro aire de La Araucanía y volver a la – no tan- divertida, pero sí inesperada e interrumpida cotidianeidad.

– Viajas mañana de nuevo, desde Pucón.

Desarmar la maleta, entregar regalos, volver a armar la maleta, Adiós nuevamente Novena Región.

Galería de imágenes de Bariloche